La condena a CFK ocurre más allá de las particularidades del caso, de la justeza o no de la misma sobre una causa particular, que significa una causa menor frente al saqueo y el despojo que durante su gobierno se llevó a cabo; saqueo que no se diferencia en nada al realizado por sus antecesores y predecesores presidenciales en estos años de democracia burguesa. Más allá de los detalles de la causa, repetimos, aquí lo que se está jugando es otra cosa.
Se está jugando una disputa interburguesa, en donde determinadas facciones del gran capital quieren anular su accionar en política para garantizar la continuidad de sus negocios, por sobre los negocios que defiende la ex presidenta (y ex vicepresidenta). Los verdaderos y jugosos negocios de CFK no son juzgados en esta causa, así como tampoco lo serán los negocios de aquellos “no juzgados”, que recorren todo el hilo de nuestra historia presidencial.
La entrega de tierras a la megaminería, el desvío de fondos públicos destinados a jubilaciones, por ejemplo, para financiar, en unos casos, la bicicleta financiera (Milei) y en otros, la inversión en infraestructura para los negocios petroleros en Vaca Muerta (CFK); la parálisis de causas contra represores; la parálisis en las causas de reparación histórica a perseguidos políticos durante la década de 1970; los subsidios multimillonarios a empresarios amigos; o la represión política a la clase obrera: nada de eso se juzga en esta causa ni se juzgará en ninguna de ellas, porque el Estado es un Estado de clase, y la justicia no escapa a ello: es una justicia burguesa.
Mientras se anunciaba el fallo en la tarde de hoy, el Partido Justicialista, del cual CFK es presidenta, movía todo su aparato a través de la CGT y realizaba un corte en Panamericana, uno de los corazones industriales de nuestro país. Movía a esa misma CGT que en los puestos de trabajo aprieta trabajadores, inclusive, con armas sobre la mesa; esa CGT que en estos últimos meses ha intervenido decenas de comisiones internas, exigiendo renuncias a los delegados, para luego ejecutar sus despidos despojados de fueros; esa CGT que cumple el papel de policía de Recursos Humanos al servicio de grandes empresas trasnacionales; esa CGT que no ha movido un dedo para frenar el fenomenal ajuste que se descarga sobre nuestras espaldas, agudizado durante los últimos meses; esa CGT que le dice a las y los compañeros que “sigan trabajando” cuando hay accidentes laborales fatales en la línea de producción; esa CGT que maneja el negocio de la droga dentro de la fábrica, y cuyos matones ofician de punteros en los barrios.
¿Por qué moviliza esa CGT? ¿Por qué moviliza ese PJ? No movilizan por nuestros intereses de clase, movilizan por sus mezquinos intereses burgueses, por la disputa de los negocios que se derivan de la hegemonía política en el Estado.
Es una interna interburguesa en donde pretenderán levantar a una CFK que no fue “fusilada” -como declaró en su discurso del domingo- pero que se fue transformando en un cadáver político porque subretpiciamente facilitó el ajuste del gobierno de Milei, y de manera más abierta fue artífice del ajuste realizado por el gobierno de Alberto Fernández -donde las jubilaciones cayeron más que durante el gobierno actual, en términos porcentuales-.
Hay quienes, desde la “izquierda”, sostienen espantados que hay que proclamarse contra la “proscripción” a CFK porque ello habilita mayores niveles de represión sobre el llamado campo popular. Nada mas lejano a ello.
Las causas y despidos políticos sobre nuestra clase obrera continuarán como continuaron las causas que pesan sobre los petroleros de Las Heras, pesaran como pesó la vida sobre el cuerpo de Mariano Ferreira; pesarán como pesa la impunidad sobre el asesinato de Julio López; y pesarán como pesan las vidas de los 52 fallecidos durante la tragedia de Once.
¿Qué impidió que durante el gobierno de CFK se inicie el Proyecto X -el mismo que fue utilizado para espiar a la familia de Santiago Maldonado- o la Ley Antiterrorista? Absolutamente nada, son medidas de Estado impulsadas por la burguesía y sostenidas por todas las gestiones gubernamentales, que fueron todas, burguesas en su carácter de clase.
Mientras se instala en la agenda el problema de la “proscripción” de CFK, centenares y miles de obreros son proscriptos en sus lugares de trabajo, perseguidos y despedidos, amedrentados por las burocracias lideradas por el PJ en connivencia con las empresas.
La libertad política por la que peleamos es esa, la libertad de nuestra clase. Defenderemos siempre, y en cualquier lugar, la lucha por las libertades políticas, la lucha contra la proscripción: pero lo hacemos y lo haremos desde una perspectiva de clase, no desde las internas del poder.
Cualquier trabajador proscripto o perseguido, cualquier militante de la clase trabajadora perseguido, sea cual fuera su pensamiento político, será una bandera en alto en la reivindicación de libertades políticas.
Pero frente a las internas de la burguesía, y más todavía, de sectores de la burguesía que han sido protagonistas del ajuste, la entrega de recursos y la pauperización de la vida que estamos viviendo, no hay comunión de intereses.
Nuestro compromiso, es con la clase. Contra sus verdugos, explotadores, especuladores, entregadores y represores, no formamos ninguna causa común.