Hay una ley no escrita que indica que cuando la economía está por chocar es porque fallan los comandos de la política, y no al revés.
Que los llamados mercados sentencien la finitud e inconsistencia del plan económico del gobierno, es expresión de que las inconsistencias de dicho plan están sometidas a los vaivenes de la lucha de clases.
Los enfrentamientos y disputas por arriba en el que está sumergida la burguesía monopolista están exacerbados porque el respaldo político con el que contó el gobierno de Milei muestra severos signos de deterioro en cada vez más amplios sectores de la sociedad.
Ese es el verdadero motivo por el cual gobernadores aliados al gobierno y el parlamento burgués se le animan al gobierno, cuando hasta hace nada eran los sostenedores de la gobernabilidad del mismo.
En una conducta de “doble vía”, las distintas facciones de la burguesía monopolista aprovechan el malestar social (y las implicancias que ello trae para la propia gobernabilidad en las provincias), para dirimir una disputa abierta por los negocios que unas y otras pueden o no pueden concretar.
En el medio, un gobierno que sigue pensando que tiene la “vaca atada” con su discurso de la casta y otras tonterías como creerse que desde las redes se puede hacer política, dando muestras de internas despiadadas y de un amateurismo político que genera profunda preocupación a todo el arco burgués.
En las últimas semanas se fueron sumando contundentes muestras de lucha del pueblo trabajador. El Garrahan, residentes y concurrentes de los hospitales públicos, las familias que resisten el desmantelamiento de las conquistas para la discapacidad, la persistencia del reclamo de los jubilados y jubiladas (que va mucho más allá de las manifestaciones de cada miércoles). A ello se le suman experiencias de lucha contra los despidos, ajustes e intentos de rebajas salariales que se dan en otros ámbitos laborales, tanto estatales como privados.
La lucha contra los despidos en Georgalos; en la empresa de energía Secco; en Molinos Río de la Plata (donde tres asambleas rechazaron la intención patronal de rebajar salarios); en el INTI, con masivas movilizaciones autoconvocadas que agitan un conflicto que los sindicatos ATE y UPCN daban por perdido de antemano; en Acindar de Villa Constitución, donde se vienen llevando adelante medidas contra los despidos en las empresas contratistas y el rechazo a la pretensión empresarial de que esas tareas recaigan en el personal de planta; la manifestación cada vez más consolidada de un abstencionismo electoral que expresa no sólo la falta de respaldo al gobierno, sino al conjunto de los partidos del sistema; son parte de un proceso de resistencia que marca que, la intención de disciplinamiento político que la clase dominante ha desplegado en los últimos años, esté sufriendo serios inconvenientes para hacerse realidad y determinar una derrota política del movimiento obrero y de masas.
Esa es la principal causa de los alborotos en la economía; la lucha de clases demuestra que la estabilidad política de la que gozó el gobierno de Milei hace agua y, entonces, no poder lograr tal estabilidad determina que el capital concentrado evalúe desde otra perspectiva el difícil logro de la estabilidad económica.
La burguesía está en un laberinto donde sólo puede salir por arriba del mismo, pero ello implicaría acometer a fondo contra el actual gobierno sin tener a mano un recambio político que se muestre capaz de contener al movimiento de masas, por lo que ello por sí solo no solucionaría (al contrario, agravaría) la crisis política que la atraviesa de lado a lado.
Ahora bien. Caracterizar que la burguesía está en crisis no resuelve el problema central que está expresando la lucha de clases cual es que las amplias masas de la población trabajadora no encuentran una alternativa política real que exprese sus intereses y demandas. En ese terreno queda mucho por hacer, y para ello es importantísimo tener claras las políticas y las iniciativas para aportar en ese proceso.
En primer lugar, ratificar la debilidad política del gobierno y de todos los partidos del sistema. Esa ratificación implica que la política del enfrentamiento para derrotar al plan del gobierno es indispensable llevarla a cabo desde la independencia de clase.
El movimiento de masas no debe pensar “alternativas” que ofrecer a la burguesía para que el ajuste y las medidas sean amortiguadas.
La lucha debe apuntar a quebrar esas medidas y obligar a la burguesía a retroceder.
La lucha se debe dar en el terreno político y, en el mismo, lo trascendente es que las masas transiten una experiencia de lucha abierta contra el gobierno y las institucionalidad que lo sostiene, sin pretender búsquedas engañosas que nos lleven a perder el norte del proceso, que es que desde esas luchas se vayan consolidando nuevas dirigencias y organizaciones que respondan a las demandas de las amplias masas trabajadoras y no a los aparatos políticos o sindicales que se vienen a ofrecer como “alternativas” que sólo buscan reemplazar a lo viejo con los mismos métodos que el movimiento repudia.
En ese andarivel, la lucha autoconvocada que se viene expresando debe lograr niveles de organización permanentes. Para ello es indispensable que las bases trabajadoras adopten como propias esas organizaciones. Y ello se logrará si se despliega una conducta política consecuente que ponga por delante el protagonismo directo de dichas bases, su participación, su decisión, como mecanismo para que las nuevas organizaciones sean capaces de ser el vehículo que canalice la voluntad de lucha y enfrentamiento. Se debe apuntar a que la ruptura con lo instituido sea materialice, desde la comprensión que es en ese proceso donde se está desarrollando una lucha política de nuevo tipo.
Debemos hacer consciente al movimiento que la lucha política no es la lucha electoral. La lucha política es la que se sostiene en cada conflicto donde el objetivo es la derrota del plan del gobierno, con las metodologías de acción directa, de democracia proletaria, que las bases trabajadoras decidan y lleven a la práctica. Y por lo tanto la política no es dejar en manos de los “profesionales” las decisiones y el rumbo del proceso; la política es confrontar contra el enemigo de clase y, desde allí, entender y elevar la calidad del enfrentamiento que estamos desarrollando.
Desde esta perspectiva, y simultáneo a la consolidación de las organizaciones de las masas, fortalecer al partido revolucionario con la incorporación efectiva de los y las trabajadoras que se destaquen en la lucha y comprendan la necesidad de aportar a un colectivo político organizado que permita que las tácticas revolucionarias ganen peso y consistencia en el conjunto del pueblo trabajador. Para ese objetivo, la agitación y la propaganda revolucionaria, que exprese en forma permanente la independencia política y de clase, debe multiplicarse y proponer acciones que alimenten el conflicto y el enfrentamiento.
El objetivo irrenunciable de nuestro Partido es impulsar y sostener un proceso que le permita a la clase obrera, y otros sectores del pueblo trabajador, ganar terreno contra la burguesía, para entrar en mejores condiciones de fuerza y organización a las nuevas etapas de la lucha de clase que vendrán.