Políticas de clase


Todo indica que a lo único que puede apostar la burguesía en un contexto como el actual es a ver si “el pan y circo” de los próximos eventos electorales puede generar “algo” en la población. Menuda tarea, si se observa el alto grado de abstencionismo que viene manifestándose en las diferentes elecciones de este año.

Porque -como ya lo hemos señalado- mientras este simulacro de democracia continúa, también continúa la lucha de clases, los negocios de la burguesía monopolista también lo hacen, y – como no podía ser de otra manera-, las políticas y planes del gobierno de Milei -al servicio de esos monopolios- también continúan.

Esto repercute de forma directa en el día a día de millones de personas, que nada tenemos que ver con las especulaciones electorales o las tramoyas en el Congreso; nuestras vidas están cruzadas por el ajuste permanente a nuestras condiciones de trabajo y de vida.

Las grandes empresas, subidas al carro de la baja de producción, de la competencia con los importados, y bla bla bla, aprovechan este momento para extorsionar a nuestra clase con suspensiones, con despidos, contando con la complicidad de los sindicatos que avalan no sólo aumentos salariales irrisorios sino una nueva vuelta de tuerca en la flexibilización laboral.

Por eso no nos cansaremos de sostener que se abre un momento muy especial de la lucha de clases en nuestro país; porque más allá de sus campañas indignantes, de lo que se habla en cada lugar de trabajo, en los hogares de nuestro pueblo, es que la plata no alcanza y que la vida de nuestras familias se va deteriorando constantemente.

Ese sentir se expresa de diferentes formas y es absurdo tratar de identificarlo con una bandera política partidaria. La democracia de apenas “un instante” electoral a las que “nos convoca” la burguesía ya pasó, y la vida de cada uno de nosotros sigue su curso.

El gobierno quiere vendernos que la “solución” estará cuando desaparezca el kirchnerismo; y las “oposiciones” quieren vendernos que “todos los males” son por culpa de “la derecha”.

Nadie explica la continuidad de determinadas políticas de clase, llevadas adelante por unos y por otros burgueses en el gobierno, como ser el achatamiento del salario, el empeoramiento de las condiciones de trabajo, la utilización de los millonarios recursos que recauda el Estado en favor de los monopolios, la falta de seguridad y perspectiva para los jóvenes, la pobreza, el olvido para los jubilados, el abandono de la salud, de la educación…

Hay una idea que no es del todo consciente, pero da vueltas en muchas cabezas.  Se percibe que todos los políticos de la burguesía conforman un sólo partido político: el partido de los monopolios. A veces volcado a determinados intereses del capital (siempre en disputa) a veces volcado a otro sector, pero siempre en contra de su enemigo de clase: el pueblo trabajador.

Ante cada elección reaparecen las viejas y desgastadas caricaturas de siempre, que disputan entre sí, no para cambiar algo del “modelo”, sino para agarrar el queso y cobrar las suculentas comisiones que los dueños del poder le otorgan por sus servicios.

Frente a este escenario, la protesta continúa acrecentándose en todos los terrenos. En lo salarial, en lo social y en lo político, donde el común denominador sigue siendo la lucha por una vida digna.

En ese terreno de la lucha política, las fuerzas con las que contamos son la aplastante mayoría. De lo que se trata es de amalgamar la experiencia que se viene realizando para las decisiones de los monopolios y su gobierno.

Hay conflictos abiertos en todo el territorio nacional, donde comienza a verse una creciente conflictividad de los trabajadores de las principales ramas de la industria, en contra de las suspensiones y los despidos, por aumentos salariales y mejoras en las condiciones de trabajo.

Tenemos que profundizar la organización desde las bases para incrementar la movilización y salir al cruce de este nuevo palazo a nuestra economía y -al mismo tiempo- ir vertebrando una unidad de acción con consignas que expresen el común denominador de nuestra dignidad como clase y como pueblo oprimido.

El único lenguaje que entienden es más lucha y más enfrentamiento.

Además, es la única alternativa legítima que permitirá seguir desarrollando las fuerzas revolucionarias de las organizaciones que el pueblo va gestando en sus batallas contra las políticas de los monopolios. A la gran zanahoria que nos muestra el poder con su falsa democracia burguesa, le tenemos que oponer la organización para la movilización y las ideas de la Revolución.

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