Por estas horas, y a pesar de cierto “blindaje” que los medios nacionales de desinformación afines al gobierno vienen intentando, ha explotado en el centro mismo del poder político un nuevo caso de corrupción.
La difusión de una serie de audios de un tal Spagnuolo, abogado personal del presidente (a cargo hasta ayer de la tremendamente cuestionada Agencia Nacional de Discapacidad) destapando un entramado de coimas que involucra a los hermanos Milei, los “manejos” de la ANDIS y la Droguería Suizo Argentina, es un ejemplo de lo que decimos.
Pero este caso no es el único, obviamente.
Se suma a otros casos precedentes que han quedado enmarañados en las trampas institucionales de la justicia (siempre tan atenta con el poder de turno…) como lo son la estafa con la criptomoneda LIBRA o la detención en la frontera con el Paraguay del ex senador Edgardo Kueider (entusiasta votante de todo lo que pedía el gobierno) con cientos de miles de dólares en la mochila de su amante.
Para no desentonar, en un reciente operativo, embocaron a Emmanuel Kovalivker (directivo de la droguería Suizo Argentina) con 200.000 dólares repartidos en distintos sobres, mientras intentaba escapar en su auto en uno de los suntuosos barrios de Nordelta.
Nada que nuestro pueblo no sepa o intuya: políticos y empresarios valiéndose de sus influencias y contactos para quedarse con “la nuestra”, porque la plata siempre sale del mismo lugar: del Estado. Mucho “topo desde adentro que vino a destruir al monstruo” pero la platita que recaudan no se toca…
Paradójicamente, todo esto sale a la luz en el marco de una avanzada contra varios organismos públicos que el gobierno quiere “desregular” y que ayer en el Senado no pudo avanzar gracias a la lucha y la movilización unitaria de trabajadores y trabajadoras, y no porque de repente los senadores se hayan puesto del lado del pueblo. Si no, vayan a preguntarle a la senadora Fernández Sagasti que ayer mismo la traicionó el inconsciente y dijo: «El Interbloque de Unión por la Plata se va a abstener…»
A quién puede sorprender que diversos funcionarios gobierno tras gobierno aparezcan en la palestra como los hacedores de la malversación, el blanqueo y la distribución de recursos de “origen turbio” que catapultan a los distintos candidatos a los puestos deseados para cumplir sus papeles indispensables para la continuidad del sistema.
Esa madeja enredada actúa como evidencia y manto.
Evidencia de que todo negocio y elección de cargos en los poderes del Estado se resuelve con dineros, favores y chanchullos, naturalizando una práctica que claramente es un delito. Manto, porque el enredo es tal que resulta “imposible” desatarlo en los marcos de este sistema, razón por la cual, todas y cada una de las figuras sospechadas, terminan cubriéndose en la oscuridad de la trama y salen por la puerta lateral que los llevará nuevamente a la luz de convenientes negocios (para ellos).
Mientras todo esto acontece en las esferas de un poder corrupto por naturaleza desde su esencia de clase, enormes masas de nuestro pueblo oprimido sufren los planes del gobierno, el castigo del ajuste, la falta de trabajo, los golpes arteros contras nuestros ingresos y jubilaciones, y el empeoramiento de nuestras condiciones de trabajo y de vida.
Esa “otra” corrupción, parida en el centro de las instituciones burguesas, apunta todas sus armas mientras profundiza sus peleas intestinas de ese sector minoritario y parásito de la sociedad: la burguesía monopolista.
Los niveles de descomposición del poder de los monopolios y sus gobiernos siguen estando expuestos.
La corrupción estatal y gubernamental sigue fluyendo como erupción volcánica, evidentemente, ya lo sabemos, no era patrimonio del kirchnerismo. El saqueo se multiplica con el único fin de sostener e incrementar las ganancias de la clase minoritaria de la sociedad con los recursos y bienes producidos por la gran masa mayoritaria que sufre las consecuencias del sistema capitalista en descomposición.
De “esta” corrupción poco y nada se habla, todos los burgueses se esconden y cubren arteramente. Llegado el caso, y como parte del entramado de las disputas entre facciones burguesas (en donde no faltan las operetas de los servicios y afines), buscarán alguna compuerta que engrampe a alguno con las coimas y las “contribuciones”, mientras acusan el golpe que ellos mismos provocaron desde su impunidad.
Siempre hay corrupción, a veces más a veces menos, pero cuando los intereses políticos y económicos del gran capital necesitan echar mano al tema, pasa lo que está pasando: aparece una nueva denuncia.
Siempre hubo, hay y habrá corrupción. Hay corrupción para votar leyes, para quedar preso o no, para ganar una licitación, para quedarse con un negocio que hasta hace poco era de un competidor, para beneficiar a bancos con la emisión de bonos… Y la lista podría seguir.
La corrupción no es un mal pasajero. Es intrínseca al carácter explotador del sistema capitalista. Va más allá de las personas, de los nombres, de si se es honesto o no, de si alguien se queda con más o menos plata.
La existencia de las clases poseedoras y las clases desposeídas son el fundamento de la corrupción y de todos los chanchullos que podamos conocer.
Un sistema que funda su existencia en la explotación de las mayorías por parte de una minoría que se apropia del trabajo y la riqueza que éste genera, es la madre de todas las corrupciones.
Desde el momento en que un señor burgués se apropia de la plusvalía generada por un trabajador, se constituye la base material para la existencia de corrupción en todos los niveles del aparato estatal; aparato que, por otra parte, es la garantía para que exista y se legitime la explotación.
De esta manera, con los hechos difundidos por estas horas, la burguesía monopolista suma otro frente de batalla por donde el movimiento de masas sabrá ahondar la profunda crisis política que atraviesa la clase dominante.