Gobierno tras gobierno escuchamos: capitalismo serio, capitalismo humano, anarco capitalismo, capitalismo con más democracia… todas definiciones sin consistencia alguna que buscan ocultar la única verdad: el capitalismo es caos y especulación, es superexplotación e indignidad, es saqueo y falta de futuro para el pueblo trabajador, siempre.
No hay capitalismo beneficioso para el ser humano porque el sistema está organizado en pos de más ganancias para unos pocos y no para satisfacer las necesidades del colectivo social.
El discurso burgués es tan inconsistente que un día prometen inversiones y planes de superproducción y al otro nos dicen que “no hay plata” … Lo que buscan es maniatar los reclamos y demandas de la clase obrera y confundir al pueblo con el único objetivo de aumentar sus ganancias.
Su objetivo es producir cada vez más con menos trabajadores; y por supuesto, achatando el salario. Este es el combate de fondo y lo que genera en la población –aunque no sea del todo consciente- es un mayor rechazo y más desconfianza. El comentario que escuchamos cada vez con más frecuencia es que siempre pagamos nosotros, y crece la sensación de que no habrá opción si como pueblo laborioso no tomamos las riendas de la situación.
Lo que viene para los próximos meses es un agravamiento en lo político, cruzado por un sinnúmero de disputas por arriba. Porque la única que tienen es continuar presionando sobre las espaldas de la clase obrera, tensando más aún la cuerda de la lucha de clases.
Ellos tratarán de sostener como sea los salarios achatados y una mayor flexibilización, pero la corriente que viene desde abajo va totalmente en sentido contrario. En ese plano, la lucha de clases se acerca a un cuello de botella, en una espiral ascendente de agudización con características muy marcadas.
Pero a pesar del vendaval signado por una profunda crisis política, la burguesía monopolista no ahorra esfuerzos en seguir batallando sobre los aspectos ideológicos.
Uno de ellos –podríamos decir que el principal- es la defensa del orden institucional, el corsé que necesitan imponerle a la lucha de clases y que no pueden.
Su objetivo es mantener bajo siete llaves cualquier idea que plantee el concepto de Revolución, de la lucha por el poder, de la lucha por el socialismo.
Es evidente que se ha desvanecido o, mejor dicho, ha desaparecido la “oposición” en nuestro país. La burguesía se ha constituido en un solo partido, que es el partido del gobierno, el partido del capital, y que expresa los intereses de los monopolios.
Su problema es que está agarrada a “la tabla de salvación” de una sola estructura, que en realidad también está deshilachada.
Por eso decimos que no tienen otra que enfrentar la lucha de clases, lo que realza la necesidad de que el proletariado fortalezca su organización y su partido.
La clase obrera no necesita de “gestores” para la resolución de sus problemas (papel que tanto agrada a la izquierda del sistema). Lo que la clase obrera necesita es asumir un protagonismo directo en el combate político, en la construcción de las herramientas políticas para el proceso revolucionario, eje de acción política en que las y los revolucionarios nos debemos centrar en este momento.
La magnitud y el peso que comienzan a tener las ideas revolucionarias cada vez que estos temas políticos estratégicos llegan a la vanguardia de las y los trabajadores y el pueblo oprimido, son incalculables, y por ende, son el combustible que alimenta hoy la lucha revolucionaria.
El objetivo de unidad desde las bases e independiente de cualquier intento de tutela burguesa que impulsamos, es mucho más que “la unidad en la lucha”, ese es un piso que ya tenemos.
Lo que estamos planteando es la sociedad que queremos de acá en adelante, con un objetivo estratégico que es la Revolución.
Es este el salto en calidad que tenemos que plantear a partir de ahora, desde el termómetro de todas las experiencias, partiendo de las luchas que ya se están dando y de las experiencias ya realizadas. El potencial es enorme. Encontrar los caminos más directos para construir un verdadero movimiento revolucionario, con la dirección política del proletariado, hará material el cambio que reclama este momento histórico.