La contundente derrota electoral del gobierno en la provincia de Buenos Aires tiene un efecto demoledor sobre la ya grave crisis política y económica.
Ya en la apertura de los mercados el dólar se dispara, sube el riesgo país y las acciones y bonos de Argentina caen estrepitosamente. En el plano político, la crisis de la burguesía y su gobierno se ve profundizada, en el marco de las disputas por arriba que, con seguridad, se verán acentuadas. Y, fundamentalmente, porque lo que traduce el resultado electoral es que, también en ese plano, el movimiento de masas ha propinado un fuerte golpe al programa de la burguesía en su conjunto, como lo venía haciendo a través del alza de la conflictividad y el enfrentamiento entre las clases.
La burguesía, erróneamente, creyó que el pueblo trabajador soportaría mansamente el ataque a sus condiciones de vida y de trabajo. La lucha de clases venía mostrando evidentes y crecientes signos que eso no era así. Las elecciones de Buenos Aires ratifican esa tendencia, la consolidan, le provocan a toda la clase dominante el agravamiento de una crisis en todos los niveles, incluido el institucional. Porque el triunfo del peronismo no resuelve las contradicciones e internas de sus facciones y, lo más importante, le marca a esa fuerza política (que durante este gobierno supo aportar considerablemente a la gobernabilidad del mismo), límites claros hacia adelante. El ajuste a las condiciones de vida, de las que el peronismo fue y es parte, no se resuelve sólo con discursos.
También las elecciones provinciales ratifican la tendencia abstencionista que se venía pronunciando en elecciones en otros distritos. 4 de cada 10 le dieron la espalda la espalda a la compulsa, siendo de las más bajas en cuanto a elecciones legislativas se refiere. Sumado a ello, un voto en blanco que, aun sin poder contar con datos oficiales claros, se situó en un 8/9 por ciento.
El tembladeral se agrava. A un gobierno absolutamente falto de respuesta política se le suma una oposición que está condicionada por la lucha de clases. En ese panorama, la táctica de derrotar el plan del gobierno se refuerza y es necesario que tome nuevos bríos.
El peronismo intentará traducir el resultado electoral en su consecuente conducta de conciliación de clases. El discurso del gobernador Kicillof el domingo a la noche, instando a que Milei lo llame para “ponerse de acuerdo”, conlleva la intención de preservar la institucionalidad burguesa. De allí a plantear que todo se resuelve por arriba, completa la maniobra.
Por el contrario, el movimiento de masas en general, y la clase obrera en particular, deben aprovechar la debilidad del gobierno para continuar resistiendo los embates de la clase enemiga en todos los niveles. Es momento de profundizar el enfrentamiento clasista, no de atenuarlo. Ha sido y será la lucha de clases, y no las dirigencias políticas y sindicales, las que han conseguido y seguirán consiguiendo, aun con dificultades y disparidad de fuerzas, demostrar que la lucha ha servido para torcer algunas medidas del gobierno, como la vigencia de la emergencia en discapacidad, el aumento del presupuesto sanitario, la derogación de las medidas que intentaban desguazar organismos como el INTI, INTA, Vialidad, etc.
Al mismo tiempo, la ejemplar lucha de las contratistas de Ternium exigiendo aumento salarial y mejores condiciones laborales, ha sumado a una avalancha de conflictos obreros con la singularidad de plantear demandas que apuntan a uno de los principales puntos del programa burgués que es la rebaja salarial y el aumento de la explotación.
El resultado electoral confirma un rechazo masivo al plan de ajuste. Por lo tanto, la conducta es seguir en el camino de acumulación de fuerzas mediante la lucha, la organización, el enfrentamiento, desde las bases obreras y populares. Y, desde allí, avanzar en los niveles de organización permanentes que le den dirección política de clase a ese proceso.
Ese es el principal reaseguro para que el plan del gobierno sea derrotado definitivamente y para que las fuerzas obreras y populares continúen experimentado un camino de independencia política, desde la perspectiva de la lucha de clases y no de la conciliación ni la negociación espuria y traidora.