Fortalecer nuestras fuerzas, no darles tregua alguna, no dejarlos reaccionar


Las importantes movilizaciones de ayer en todo el país contra los vetos del gobierno a la ley de emergencia pediátrica (conocida como Ley Garrahan) y la de financiamiento de las universidades, fueron el marco de movilización de diversos sectores de la sociedad que, sin lugar a dudas, impusieron el rechazo de los vetos.

La reacción del parlamento burgués en cuanto a los alineamientos respecto del gobierno; las conductas de algunos gobernadores, otrora sostenedores del gobierno y ahora enfrentados a él; las divisiones en los bloques del oficialismo y sus aliados; están determinadas por el ritmo que impone la lucha de clases.

La burguesía y su gobierno sufren un agravamiento importante de su crisis política, de sus contradicciones y enfrentamientos, que el resultado de la votación del parlamento en el día de ayer profundiza. Pero lo destacable es que ello se da porque la resistencia al plan del gobierno expresa un alza constante, las luchas se multiplican, el ánimo social ha cambiado, por lo que esa realidad impone cambios en la súper estructura. Allí hay que buscar las causas, y no en la benevolencia de instituciones burguesas como el parlamento, tan corroídas como el resto de las instituciones de esa clase.

La algarabía que atravesó a los manifestantes ayer es expresión de lo que afirmamos. El movimiento de masas vive como un triunfo propio la derogación de los vetos, siente haber propinado un duro golpe al plan del gobierno, y renueva fuerzas y ánimo para seguir adelante en el enfrentamiento. La persistencia de las trabajadoras y trabajadores del Hospital Garrahan y de la comunidad educativa cimentaron el triunfo del día de ayer. El haberle dado un nuevo golpe al plan del gobierno es producto de no haber abandonado la lucha y el enfrentamiento, aun en condiciones desfavorables y cambiantes, como las que se debieron traspasar.

El cambio en la situación política (insistimos, producto de la lucha de clases), encuentra a la clase dominante ante la encrucijada de cómo seguir adelante con su gobierno. Y, principalmente, con su plan de ataque a las condiciones de vida de las mayorías. En ese aspecto, debemos ser conscientes que ese plan, todavía, no fue derrotado. Sus efectos se descargan brutalmente sobre las espaldas del pueblo trabajador. Salarios y jubilaciones miserables que no completan ni la mitad del mes, despidos, suspensiones, cambios en las condiciones laborales, son la constante que afecta a un importante sector del proletariado fabril y de servicios, como así también a los empleos precarizados e informales y a las capas más empobrecidas de la sociedad. La perspectiva es negativa si se le agrega que el esquema económico del gobierno hace agua por los cuatro costados, lo que implica que su implosión sea una posibilidad cada vez más latente.

Por todo ello es que la resistencia debe sostenerse, ampliarse, seguir mostrando el rechazo y enfrentar, no sólo al gobierno sino también a las conductas de las patronales que, ante la posible inminencia del fracaso del plan, intenta ganar todo el terreno posible para descargar su crisis sobre el pueblo explotado y oprimido.

Es momento de seguir en una actitud de ofensiva en el plano de la lucha y el enfrentamiento. Entender que la burguesía y su gobierno están débiles y que, sobre esa debilidad, debemos fortalecer nuestras fuerzas. No darles tregua alguna. No dejarlos reaccionar. No confiar en su institucionalidad ni esperar que el cambio se produzca desde arriba. Caminar sobre su debilidad, es el recorrido que debemos profundizar para lograr el objetivo central que sigue siendo la derrota del plan del gobierno.

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