El gobierno de Milei profundiza su crisis política día tras día. No acierta en ninguna jugada, a pesar de su genuflexión manifiesta ante el sector imperialista que hoy marca el rumbo: el gobierno de los Estados Unidos.
La “ayuda” yanki contempla exclusivamente los intereses de la oligarquía financiera, lesionando aún más las ya raídas economías de los trabajadores y del pueblo argentino. Mr. Bessen lo expresó sin rodeos: “Compramos pesos baratos para venderlos caros”, dando lugar a que, sin esforzarnos y siendo poco imaginativos, pensemos que recurre al carry trade. Lo que sí sabemos con certeza es que la moneda criolla en manos del Jefe del Tesoro norteamericano, utilizando ese u otros instrumentos financieros será multiplicada para luego encajársela al Estado Argentino con un valor más caro.
A cambio, aún no se conocen con precisión los beneficios materiales que se resignarán por el favor que ellos mismos se hacen al apropiarse de la plusvalía generada por la mano de obra proletaria en sus centros productivos y arrebatándola también en el mercado. Lo que sí se sabe es que el gobierno del norte ha instruido al presidente rockero a estrechar vínculos con los sectores políticos burgueses para sostener una gobernabilidad que, advierten, está profundamente condicionada por una realidad que no se atreven a nombrar: la lucha de clases del proletariado y los oprimidos.
Sin embargo, el Ejecutivo tropieza en cada intento de avanzar en esa dirección, saliendo del baile con la pierna quebrada. Ayer mismo se reunió con representantes de la oposición para discutir el presupuesto, pero los presentes condicionaron el diálogo a la publicación de tres leyes que el Congreso volvió a aprobar, desafiando el veto presidencial. Estas leyes destinan recursos a hospitales (como el Garrahan), universidades y personas con discapacidad.
A regañadientes, el gobierno ordenó su publicación en el Boletín Oficial, aunque las mantiene en suspenso, alegando que no se definió el origen ni el monto de los fondos necesarios para evitar comprometer otras partidas consideradas “intocables”, como los 12 millones de dólares que estaban destinados a reimprimir las boletas electorales que llevan a Espert como cabeza de lista o los abultadísimos fondos aportados a la SIDE.
Este errático andar, que refleja la debilidad política del gobierno, es producto de la creciente resistencia de obreros, trabajadores, sectores marginados y el pueblo oprimido. Días atrás la comunidad Qom en Chaco dejó en claro que, agotadas todas las instancias de pedido, diálogo y negociación, ante la violencia estatal se responde con violencia de masas. El resultado fue la vergonzosa retirada en desbande de la fuerza policial.
Como las primeras gotas que anuncian la tormenta, estos hechos presagian lo que está por venir. Sobre todo, porque aún, el gobierno ha esquivado todo enfrentamiento franco con el proletariado movilizado.
Numerosos ejemplos acuden a la memoria de las dos clases en pugna, irreconciliables en su disputa por el pan y las condiciones de vida: el salario contra la ganancia, la dignidad contra la opresión y la súper explotación.
La burguesía, cubierta con paraguas y pilotos, finge que no llueve y que el cielo gris no le preocupa. Insiste con la flexibilización laboral, buscando eliminar los convenios por rama e imponer fórmulas como “salarios dinámicos”, banco de horas, fondo de retiro y otros bocados indigeribles para los trabajadores.
Cualquier legislación que lesione derechos laborales conquistados tras décadas de lucha profundizará aún más la violación del Artículo 14 bis de la Constitución Nacional, confirmando que la burguesía no respeta las leyes ni las instituciones que sexige acatar a los trabajadores y sectores oprimidos. Echa más leña al fuego de la hoguera donde se consume la legitimidad de sus propias instituciones. La legalidad se desploma bajo los pies de la clase dominante, que riega con nafta el fuego de la rebeldía de los explotados.
A los ojos del proletariado y del pueblo, queda cada vez más claro que ninguna “ayuda” proveniente del poder beneficia a quienes todo lo producimos. Las propias disputas burguesas entre el modelo liberal y el modelo peronista —esa falsa dicotomía que pretenden imponer como única opción— han contribuido a erosionar expectativas y a profundizar la incredulidad hacia los voceros de ambas alternativas.
La crisis se profundiza al ritmo del crecimiento sostenido de la resistencia. La tormenta se avecina, trayendo nuevos vientos a la lucha de clases.