El aumento del 127% en la tarifa de subterráneos por parte del gobierno de Macri, se constituye en la medida más clara que pueda simbolizar el ajuste en todos los terrenos que la burguesía monopólica decidió lanzar e implementar contra todo el pueblo argentino, ya sea a niveles municipales, provinciales o nacionales. Sumado a esto, y como parte del ajuste, una inflación galopante, con un único e inequívoco objetivo de achatar aún más los salarios y apropiarse de una mayor masa de plusvalía.
Si nos detenemos en el caso específico de subterráneos nos alcanza y sobra, una vez más, para comprender de qué hablamos cuando decimos que el Estado está absolutamente al servicio de los monopolios.
Los propietarios de subterráneos son el Grupo Roggio, con todas las ventajas habidas y por haber. En el gobierno de Menem, con las privatizaciones, se los regalaron. Al momento de la privatización, los subtes tenían un superávit de 27 millones de dólares. El activo pasó a manos de Roggio, y a partir de ahí, todos los gastos y costos de ampliación de redes las puso y las pone el Estado, pero la recaudación (que cada día se amplía más) es neta para el Grupo Roggio.
No existe ningún otro tipo de explicación y fundamentación que no sea la acumulación cada vez mayor de la ganancia para justificar semejante golpe al bolsillo del pueblo.
En este marco, y como respuesta, la medida de los trabajadores de levantar los molinetes en las horas pico, se constituye en una extraordinaria respuesta política que pone en primer plano la unidad de todo el pueblo, colocando blanco sobre negro por un lado al gobierno y los monopolios, y por el otro a la clase obrera y el pueblo.
Nuestro partido alienta esa medida con entusiasmo, con el convencimiento que es por este camino que a todas las políticas de ajuste las podemos hacer retroceder, es decir, golpeando en sus ganancias, con la creatividad que nos da la lucha y la movilización.
Pero debemos estar atentos. No sólo el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el gobierno nacional son de los monopolios. También todos los estamentos estatales, como por ejemplo la justicia, que más allá que el fallo lo den favorable al aumento, los molinetes deben seguir levantándose, porque paralelo con esto van a llegar las facturas con aumento, y nos quieren poner un techo de un 23% a la discusión salarial.
Una de las herramientas que utiliza la burguesía es el silencio y la mentira. En el caso particular de subterráneos, es muy difícil de silenciarlo, porque es una infraestructura que toca casi todos los rincones de Buenos Aires, lo cual coloca de hecho a los trabajadores de subterráneos en una vitrina de avanzada en la lucha contra el ajuste. De hecho así quedó demostrado hace algunos años cuando lograron un rotundo triunfo salarial en una huelga que se coronó con el 45% de aumentos de salarios, muy lejos del pretendido tope que se planteaba la burguesía a nivel nacional.
No es necesario presumir de una unidad orgánica para que esta se lleve a cabo, pues la actitud política de levantar los molinetes tiene connotaciones profundas que superan largamente un simple “acto de solidaridad” hacia el usuario (como pretenden hacerlo ver algunos medios masivos de comunicación de la burguesía). Por el contrario, expresan la profundidad de la unidad de la clase obrera y el pueblo que tanto necesitamos.