Los empresarios de la UIA no dejan de mostrar una preocupación central. No se trata del control de las importaciones, ni la inflación, sino de los reclamos salariales en las paritarias que comienzan a abrirse.
Llaman a la moderación y, a tono con el discurso del gobierno, ponen la pelea por el ingreso de los trabajadores como el fantasma que vendría a arruinarlo todo, por el solo hecho de que reclamamos lo justo para vivir.
Monopolios y gobierno se olvidan siempre de hablar de las fabulosas ganancias que han amasado las empresas durante los últimos diez años. Mientras tanto, los hipóteticos “beneficiados del modelo” seríamos los trabajadores porque tenemos trabajo, más no por ser beneficiados con la “distribución de la riqueza”.
Nuevos datos que surgen de la información de las empresas a la Seguridad Social (datos que son absolutamente incontrastables) arrojan que hay en el país 7,1 millones de trabajadores en blanco; y que casi 4 millones (el 55%) perciben menos de $ 4.000 al mes. Estamos hablando del sueldo sin descuentos de jubilación y obra social. Con dichos descuentos, ese 55% de los trabajadores cobra en mano un poco más de $ 3.300.
A lo que se agrega que los trabajadores que perciben un ingreso mensual bruto de $ 7.000 o más, deben pagar impuesto a las ganancias.
Esta realidad de los ingresos no incluye a los más de 5 millones de trabajadores que trabajan en negro, cuyo promedio desciende a menos de $ 2.500 por mes.
Los “señores” de la UIA y el gobierno tienen cara de llamar a la moderación en el reclamo salarial. Nos están pidiendo en realidad a los trabajadores que sigamos generando la riqueza a cambio de sueldos que son, lisa y llanamente, miserables.
La lucha salarial representa en este contexto una verdadera puja política y, en ella, los trabajadores contamos solo con la fuerza de la unidad, la lucha y la organización.
A partir de allí, tenemos por delante un camino de conquistas económicas y políticas en las que debemos ampliar la unidad de clase, que vaya más allá de los reclamos puntuales porque, así como los de arriba están unidos en contra de nuestras reivindicaciones, la clase obrera y el conjunto de los trabajadores debemos unificar nuestra fuerza en una lucha de clase contra clase, de poder contra poder.
Y la lucha salarial que se abre debe ser el marco desde donde construir este objetivo: avanzar en la conquista de aumentos y mejores condiciones de trabajo, al tiempo que avanzamos en la unidad y la organización para el enfrentamiento clasista que marque un avance en la lucha por el poder.