Esta semana se cumplieron 40 años de uno de los momentos más dolorosos para el pueblo argentino. El 22 de agosto de 1972 eran asesinados 16 luchadores populares, 16 combatientes, en la base naval Almirante Zar, en la ciudad de Trelew, Río Negro. De allí en más, su solo nombre conmovería la fibra más intima de nuestro pueblo: Héroes de Trelew, fueron llamados, y ese nombre se convirtió en un grito de lucha y rebelión.
La dictadura de Lanusse, en su vetiginosa caída, acosada por un estado de lucha y movilizacion creciente, creyó que con la matanza escarmentaría al pueblo y su vanguardia. Ocurrió todo lo contrario. Los fusilamientos despertaron aún más la bronca contenida, y nuevos sectores se lanzaron a las calles.
A 40 años, aquellos compañeros volvieron a ser recordados de diversas formas; hubo recordaciones oficiales, queriendo adueñarse y disvirtuar ese compromiso, presentándolos sólo como una lucha “por la democracia”; hubo recordaciones de los que han abandonado las banderas, recordándolos como “el sueño perdido”, la melancolía de algo que pudo haber sido y no fue; pero hubo y hay también otras, las más importantes, y destacadas, aunque ellas no ocupen espacios en los medios y pasen casi sin pena ni gloria para para la iconografía superestructural. Es el homenaje que le rinde nuestro pueblo en cada fábrica, en cada escuela, en cada barrio, levantando los viejos y nuevos anhelos de justicia y libertad, los anhelos de Revolución y Socialismo, por los que esos compañeros entregaron sus vidas, esos anhelos que hoy están más vivos que nunca.