Las lluvias de los últimos días han sido otro elemento para “la pelea” entre el gobierno de la ciudad de Buenos Aires y el gobierno nacional. Entre los reproches y las acusaciones de unos y otros, nada importa realmente de la situación de los miles de damnificados por el agua; así lo entiende el pueblo afectado que anoche realizó cacerolazos en barrios de la Capital que todavía están sin luz.
Sin embargo, las peleas entre el macrismo y el kirchnerismo son una fantochada. En las leyes y decisiones trascendentales, las que hacen al interés de la oligarquía financiera dueña del poder del Estado, ambas facciones burguesas se muestran juntas sistemáticamente, aunque intenten ocultarlo.
La Ley Antiterrorista votada a finales del año pasado; el proyecto de Presupuesto 2013 votado hace algunas semanas; y la nueva Ley de ART votada hace unos pocos días, los ha encontrado unidos, votando juntos, dejando las peleitas de todos los días a un lado y garantizando la unidad de clase que toda fuerza política burguesa demuestra cuando se trata de defender intereses estratégicos e ir en contra de los intereses obreros y populares.
Y por si faltara otra muestra más de lo que decimos, la lucha de los estudiantes secundarios de la Capital Federal, contra la aplicación de la Ley Federal de Educación, promulgada durante el menemismo, ha sido otro ejemplo de cómo ambas fuerzas actuaron en pos de defender una sola política en el ámbito educativo. Unos y otros se cuidaron muy bien de “pasarse facturas” y su actuación durante el conflicto fue la de dividir al movimiento estudiantil, intentando que el mismo no fuera a identificar que la aplicación de la Ley es una decisión que va más allá de cualquier gobierno y está dirigida a cumplir con las necesidades del capital monopolista, para nivelar para abajo la calidad de la educación y así conseguir mano de obra barata para sus negocios.
Las fuerzas políticas del sistema acentúan sus “diferencias” en pos del “juego” de la democracia burguesa, subestimando la capacidad y la experiencia de nuestro pueblo que entiende esto mucho mejor de lo que ellos suponen o están dispuestos a reconocer. Por eso, cuando de la lucha autoconvocada se trata, también se unifican para desanimarla, pues saben que allí radica la fuerza y la organización que ellos no pueden controlar y que, de hecho y cada vez más concientemente, se está cuestionando la esencia misma de su democracia burguesa.
Las minorías explotadoras, aunque se vistan de mayorías, tiene el control del aparato estatal, tanto el nacional como el de las administraciones provinciales, poniendo hombres y mujeres de su riñón en ministerios, secretarías, bancas legislativas, justicia, fuerzas represivas; en una palabra, en toda la burocracia estatal. Los discursos más a la “derecha” o más a la “izquierda” de una u otra facción burguesa, se mueven al compás de sus negocios y tienen como único horizonte, la defensa a ultranza del sistema de explotación.