Una permanente avanzada de la clase obrera y el pueblo, en la lucha por sus conquistas, caracteriza de cuerpo y alma a la situación política nacional en la que hoy estamos parados. Permanentemente venimos señalando, que todos los días se desatan conflicto populares y fundamentalmente en las fábricas y centros industriales, donde los trabajadores toman la decisión de llevar adelante huelgas, movilizaciones, denuncias, etc, para mejorar no sólo la situación económica salarial, si no también las condiciones de trabajo y de vida.
Como si fuera un permanente goteo de agua de una canilla mal cerrada, los conflictos obreros y populares se suceden unos detrás de otros. Y nos referimos a esos conflictos que, en su inmensa mayoría, no trascienden por los medios de comunicación. Desde luchas salariales, pasando por mejores condiciones de seguridad en el trabajo, contra despidos, contra la prepotencia de supervisores por orden de las empresas, contra el atropello de los sindicatos mafiosos alcahuetes de las empresas, reclamos de horas no pagas, contra la tercerización y el trabajo en negro, etc. Infinidad de conflictos de diferentes magnitudes hostigan a la burguesía permanentemente en los lugares de trabajo.
Muchas veces catalogamos de conflictos pequeños o grandes según su magnitud o trascendencia, si sólo los miramos desde la puerta de una fábrica para adentro. Pero si analizamos el golpe tras golpe desde la clase obrera como clase, como una lluvia de cascotazos a la burguesía, entendemos que todas esas luchas, tengan el carácter que tengan, toman una gran dimensión.
Esta situación enmarcada en la permanente lucha por las conquistas económicas, de la clase obrera y el pueblo, es la base material de la cual va surgiendo como necesidad urgente de los trabajadores, el salto a las luchas y conquistas políticas. Por lo tanto en las fábricas comienzan a brotar diferentes tipos de organizaciones obreras desde las bases, recuperando los cuerpos de delegados, enfrentándose no sólo contra el poder económico, si no también contra el poder político, como los sindicatos que responden a las empresas y como las instituciones del Estado, por ejemplo el ministerio de trabajo, que frente a los reclamos genuinos, inmediatamente se posicionan detrás de las filas de los monopolios.
Este es un momento muy particular, donde comienzan a separarse claramente las aguas. Ya que frente a las permanentes luchas dentro y fuera de las fábricas, desnudan por completo al enemigo de clase. Los sindicatos burocráticos y mafiosos y las instituciones del Estado y el gobierno, se sacan todo tipo de caretas y abiertamente salen a defender los intereses de sus gerentes, la oligarquía financiera.
Y por el otro lado la clase obrera comienza a tomar el camino de la unidad de clase entre diferentes fábricas y con el pueblo. Y aquí cabe destacar que nos encontramos en los umbrales de un nuevo movimiento obrero revolucionario, pero que todavía no se ha constituido como tal. Por lo tanto la unidad de la clase obrera es uno de los principales objetivos en el que los trabajadores con sus vanguardias y destacamentos de revolucionarios deben avanzar.