Un aspecto entre tantos otros. Desde muy pequeños se nos dice que el “trabajar dignifica”, vamos por la vida dando por sentado que ciertas frases son inamovibles, inobjetables y además un pensamiento contrario aparecería emparentado con “el vago”, el “holgazán” y tantos atributos por violar la “ley del entendimiento humano”.
Ciertamente que trabajar y cobrar un salario tiene un alto contenido en la vida de un ser humano, en la época de Menem con una desocupación alta, la angustia por esa situación llegó a límites insospechables, anécdotas que recuerdan a compatriotas salir de sus casas en la “búsqueda de la nada”, deambulando por encontrar un horizonte que nunca encontraría.
Luego vinieron años, que gracias a luchas que desembocaron en el 2001, la burguesía monopolista tenía que retroceder, encontrar nuevos caminos de sometimiento y utilizar el engaño como una forma de dominación. Cayeron cinco presidentes en pocas horas y el capitalismo como sistema, enarbolando la idea de la producción y con los K a la cabeza, trajeron “dignidad” al trabajador.
Sin embargo parecería ser que las cosas no son tan así cuando nos hablan de este tema, parecería que lo que las instituciones del Estado educan en este sentido hacen agua.
¿Por qué el trabajador protesta, lucha, se moviliza, toma establecimientos, se enfrenta al poder si el trabajo dignifica? ¿No es un contrasentido? ¿No es un absurdo?
Veamos. En primer término todo lo que se conquistó fue por la lucha, nadie nos dio nada.
En el sistema capitalista que vivimos el trabajo no solo no dignifica al hombre sino que además lo embrutece, lo empuja a ser un hombre primitivo. El fruto de ese trabajo le es ajeno y lo que produce o lo que hace no le pertenece y se vuelve en su contra. Cada vez más este sistema lo aleja de todo ello. Trabajar por un salario y que además el mismo solo sirve para cubrir las más básicas necesidades es un atropello a esa “dignidad” que nos hablan.
En este sistema la lucha dignifica al hombre en el trabajo, lo pone en la antesala del Hombre con mayúsculas. De ninguna manera es digno en este sistema:
- Que el fruto de nuestro trabajo sea en beneficio de las ganancias de una minoría
- Que trabajemos para el enriquecimiento de unos pocos y no para el goce social
- Viajar como se viaja
- Condiciones de trabajo en donde no somos dueños ni de nuestra privadicidad de Hombres
- Turnos inhumanos
- Ausencia de un sistema de salud preventivo e integral
- Falencias educativas y de preparación de fuerzas futuras, ausencia total de una planificación pensada en nuevas generaciones
- Brutal cantidad de horas de trabajo que nos priva del goce.
Así podríamos plantear muchas aristas para fundamentar que el trabajo en este sistema NO DIGNIFICA.
Luchamos, entonces sí, para que el hombre se dignifique con el trabajo, es decir que el mismo sea una necesidad humana, porque sé que lo que hago. Con mis manos, con mi fuerza para producir el fruto del mi trabajo vuelve a mí, a mi familia a mi sociedad humana. Luchamos para que el trabajo libere al hombre y no lo someta como es ahora. Luchamos para que no nos sigan explotando y oprimiendo en este sistema pero además estamos luchando por otro sistema en que las mayorías que trabajamos administremos nuestras propias riquezas. Entonces sí el trabajo dignificará al hombre, será una necesidad humana y con ella se liberarán las fuerzas de la sociedad en otras aristas tan importantes para la sociedad. El arte, el deporte, el descanso, no serán propiedad de las minorías que nos hablan hoy de “dignidad”, por el contrario con tanta riqueza que produciremos se podrán explorar los conocimientos de la humanidad acumulados en miles de años en vistas a un avance del Hombre que va más allá de nuestra imaginación dignificando el trabajo y poniéndolo en el pedestal del desarrollo.