Acorralados, extraviados y en crisis política por las embestidas de la lucha y movilización de la clase obrera y el pueblo, el poder y su gobierno intentan mostrar una fortaleza que no tienen. Pretenden “hacer como que” retoman la iniciativa, impulsando lo que ellos llaman “democratización” de la justicia
Al proyecto, como ya nos tienen acostumbrados, se lo presenta travestido y envuelto con túnicas “progres”, llenas de formalidades para confundir, aún más, a los pequeños sectores de la pequeña burguesía desclasada y dar argumentos “Nac&Pop” para la murga de corruptos funcionarios, políticos mercenarios, pseudo intelectuales de todo pelaje y de nuevos oportunistas, que intentan subirse al tren de la disputas por las migajas que deja la burguesía. En definitiva, el proyecto no es otra cosa que un nuevo avasallamiento de las conquistas arrancadas por los trabajadores y el pueblo durante décadas de lucha.
La nueva ley impulsada por CFK, da el poder a las instituciones del Estado y su gobierno para intervenir a través de su justicia, en cualquier lucha de los trabajadores, con el sólo hecho de declararla de “interés público”, pudiendo “intervenir de la forma más apropiada y oportuna”. Así, se reserva el derecho de judicializar cualquier medida de lucha, desde la de los trabajadores estatales y los del trasporte aéreo y terrestre, pasando por los petroleros, los de la salud, docentes, municipales, ente otros.
A la vez que recorta el derecho individual y colectivo, por un lado, a solicitar amparo judicial de los trabajadores estatales frente a despidos, incumplimientos de las normas de ascensos en la carrera, o a igual trabajo igual sueldo etc. Y por otro, recorta el derecho de los pueblos a recurrir a la ley para frenar las tropelías antihumanas de las mineras, las petroleras, etc. Además de afectar el derecho individual de defender su propiedad frente a medidas tomadas por el Estado.
Todo un arsenal de medidas dirigidas a frenar las luchas del pueblo trabajador.
A todo esto, la llamada oposición, omite estos aspectos de fondo llamando a la defensa de “la República” para mantener su status quo, lo que permite su participación en la repartija de puestos en cargos públicos y negocios políticos.
Pero, como hace décadas, llegan un rato tarde a cerrar puertas de su “democracia”. El pueblo trabajador ya ha emprendido la construcción de su democracia en las calles, en la movilización y en la lucha. La autoconvocatoria y la democracia directa ocupan el centro de la de la escena en la confrontación política con el poder. Y es, sin dudas, el sepulturero de la máquina de imponer de la oligarquía financiera.