La inmoralidad y decadencia de una nueva Torre de Babel

La leyenda bíblica de la Torre de Babel sostiene que los hombres decidieron construir una torre tan alta como para llegar al cielo, provocando con esto la ira de Dios.

La presentación de ayer de la Presidenta Kirchner podría ser comparada perfectamente con esta leyenda, cuando anunció, con bombos y platillos, la construcción del edificio más alto de América Latina, en lo que pretende ser, -sin duda alguna- un negocio inmobiliario multimillonario.

Al mismo tiempo, un promocionado periodista suelta sin ningún empacho que en las villas se vive dignamente y que los trabajadores las eligen para no viajar tanto y estar más cerca de sus trabajos y, por ejemplo, del cine… al que acudirían después de jornadas de 12 horas de labor.

El anuncio presidencial y las declaraciones del periodista estrella coinciden en un tema que este gobierno y los anteriores no han atinado a solucionar: cuál es el acceso a una vivienda digna. Mientras se destinarán millonarios recursos para construir una megatorre en uno de los lugares más caros de Buenos Aires, la extensión de las villas y barrios carenciados en la ciudad ha crecido exponencialmente. Una y otra realidad van de la mano pues son parte intrínseca de cómo funciona y “organiza” a la sociedad el sistema capitalista.

El crecimiento de las grandes urbes como Buenos Aires y todo el conurbano que la rodea, se ha visto potenciado en las últimas décadas. El papel que cumplió otrora el Gran Buenos Aires como región repleta de los denominados “barrios dormitorios”, (donde los trabajadores vivían para trasladarse todos los días a sus labores), es el papel que hoy cumplen las villas que han crecido dentro de los límites propios de la ciudad de Buenos Aires. Con la diferencia que en otras etapas, el trabajador podía planificar la compra de su terreno y la construcción de su vivienda durante los fines de semana.

Hoy día, en las villas se asientan trabajadores que pagan alquileres que van entre los  3.000 y 4.000 pesos por espacios minúsculos, y que todos los días salen a trabajar en empleos precarios y en negro; que no cuentan con ninguna perspectiva de progreso.

La media verdad del periodista se convierte en una gran mentira, cuando de lo que se trata es que los trabajadores no tienen más alternativa que buscar un lugar en esos asentamientos, lejos de lo que significa el acceso a una vivienda digna.

Mucha de la mano de obra que se utilizará en la construcción de la gran torre (de llegar a concretarse dicho proyecto) provendrá de las villas miserias de la ciudad, como de allí provino para la construcción de lo que hoy es Puerto Madero; o el personal doméstico, o los changarines del puerto, o los vendedores ambulantes y tantos otros trabajadores.

La libertad de “elegir” dónde vivir en el sistema capitalista no existe, como no existe la libertad para educarse o para curarse o para esparcirse; la única “libertad” que garantiza este sistema (y hasta ahí nada más) es la libertad para vender la fuerza de trabajo y luego arreglarse con el salario que el trabajador recibe. Desde la más absoluta indefensión en la que hoy se encuentra el pueblo.

Calificar como una elección libre vivir en uno o en otro lugar y anunciar una monumental obra, mientras la preocupación principal de millones de compatriotas es cómo llegar a fin de mes, confirma una fenomenal subestimación a las aspiraciones y demandas del pueblo argentino; el Dios que en esta historia (que no tiene nada de leyenda), hará tronar el castigo ante tanta inmoralidad y decadencia.

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