Foro de Davos: expresión de un capitalismo feroz y decadente

El foro de Davos  se reunió una vez más. La más abigarrada representación de clase de la oligarquía financiera mundial estuvo allí. Desde los magnates financieros y los CEOs de los grandes monopolios mundiales, hasta  gobernantes,  «filántropos»,  economistas ambiciosos,  reyes, reinas y princesas. En un mundo de feroces enfrentamientos de intereses donde la concentración  del capital no congenia con la centralización política necesaria para imponer sus políticas, signadas fundamentalmente por una aguda luchas de clases, se lo presenta como un cónclave de cordialidad y fraternidad entre los poderosos del mundo.

Las expresiones más definidas del régimen más voraz del sistema de explotación capitalista  hasta el militarismo genocida y asesino más despiadado. Desde las mafias financieras y especulativas  Paul Singer y George Soros, entre otros, dicho sea de paso – competidores feroces entre sí-, hasta Obama, Cameron y Netanyahu declarados gendarmes de los pueblos del mundo, el foro económico mundial es, ni más ni menos, una especie de representación global del Estado burgués pero, claramente imperialista.  Ésta es una condición de la oligarquía financiera, por consecuencia no puede dejar de tratar de imponer sus intereses  globalizados  en un marco de crisis que no les da respiro, sin intentar dejar en claro algunas premisas de su propia clase.  Allí, Macri y sus CEOs fueron a rendir cuentas y hacer escuela.

De las escasas informaciones  que han roto con el cerco de los medios, se destaca una que es muy significativa: La crisis de los refugiados. Por las consecuencias de las masacres y las guerras en África y Medio Oriente  -creadas por los asistentes a Davos- los refugiados que huyen a Europa son un número millonario de personas, que no sólo buscan asilo sino también trabajo.

En Davos un documento presentado por la señora Lagarde, titular del FMI, se ocupa de ellos. Plantea la necesidad de facilitar el acceso a las fuentes laborales haciendo “excepciones al salario mínimo” “liberalizando el mercado laboral para integrar a los refugiados”.  Lo que en el idioma de los trabajadores es, ni más ni menos, que abaratar el salario, el precio de la fuerza de trabajo.      Con sus conjuros numéricos, incluso, se atreve a designar una serie de cifras sobre “lo positivo de esta situación de los refugiados”, afirmando que estas medidas harán crecer el “valor del Euro en un 0.25% en el 0,20%” y producto del beneficio de la mano de obra más barata generar un incremento escalonado del PBI europeo en los próximos años. O sea que, según Lagarde y su séquito, el crecimiento del PBI dependerá de este tipo de “integración laboral” que se implemente o sea una sincera elucubración que pinta de cuerpo entero a la oligarquía.

 Los más beneficiados con esta medidas son las industrias instaladas en Alemania, Austria y Suecia y, por lógica, las corporaciones que las monopolizan. Pues la fuerza de trabajo laboral que representan los inmigrantes es calificada. En función de ello toda una política de estado se lleva adelante en los gobiernos de los monopolios de aquellos países, buscando reglamentar que “la fuerza de trabajo se limite a 200.000 inmigrantes anuales”,  como así también la implementación de la chatura salarial. Pues se persigue, sin lugar a dudas, la precarización de las condiciones de trabajo y barrer con la legislación laboral y las conquistas logradas.

La oligarquía a coro, detrás de esta maniobra, pone a Alemania como el baluarte de la reducción salarial en Europa.  La “locomotora alemana” transita un régimen de explotación que intenta ser  profundizado y que es resistido y combatido por los trabajadores y el pueblo. De allí la crisis interna que se le ha generado a Merkel y su gobierno y que no pueden contener.

Detrás del racismo y la xenofobia  los cuales el gobierno alemán y la prensa europea dicen combatir desde un humanismo inusitado, hasta se podría decir desmedido, se esconde  lo único que pretende la oligarquía, que es profundizar el sistema de explotación reduciendo el salario, lo que pone claramente de manifiesto que de humanismo no tienen absolutamente nada, que al pagar salarios más baratos a los refugiados son, además de superexplotadores, tan racistas y xenófobos como lo han sido siempre.  Sólo les interesa la ganancia y, por medio de sus políticas y sus mentiras a costa de la explotación de la clase obrera, obtener más ganancia.

En Davos o en algún otro lugar del mundo, la oligarquía financiera expresa su condición irreductible de superexplotar a la clase obrera mundial y buscar siempre la reducción salarial. Su necesidad vital como clase en el poder es ésta, pero no es necesario para la clase obrera el sostenimiento de la oligarquía y el sistema capitalista a costa de su propio sacrificio. Por el contrario ni a la una ni al otro, los merece, están de sobra y son un tapón al desarrollo digno del ser humano, a su propio desarrollo.

La historia de la humanidad reclama ya que la clase obrera actúe como clase para sí, en beneficio propio y demás sectores populares, que asuma que es necesaria una revolución que tome el poder, derroque a la oligarquía y avance hacia la construcción de una sociedad libre de todas esas lacras que exprimen su futuro y su vida.

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