¿De qué cambio revolucionario hablamos?

 

Cuando pensamos y vemos el agudizamiento de la lucha de clases, la intensificación de las movilizaciones, el descreimiento en las instituciones del sistema, la oposición a todo lo que viene de él, la crisis política de la burguesía a nivel mundial… indefectiblemente pensamos y vemos el movimiento revolucionario que –aún incipiente- se está gestando en nuestro país, y los desafíos por venir, si hablamos del rol que necesariamente deberá tener un nuevo Estado en manos del proletariado y el pueblo.

Porque la concentración y centralización monopolista han llevado a que el mundo sea no solamente una sola fábrica sino también un gran mercado de consumo, en donde, por ende, la fuerza productiva es cada vez más socializada pero la apropiación altamente concentrada en cada vez menos manos individuales.

Es imposible de ocultar las tensiones sociales que devienen de esta realidad, que sólo se resolverán cuando esa socialización de la producción se corresponda con una apropiación también social.

No nos cansaremos de señalar (y más aún en épocas como estas, en donde las “opciones electorales” se presentan como “solución” a nuestros padecimientos) que solamente la toma del poder por parte del proletariado, clase históricamente revolucionaria, y la constitución de un Estado que impulse la socialización de la producción, la distribución, el intercambio y el consumo, podrá construir la base material necesaria, no solamente para liquidar la enajenación del trabajo sino también para construir una sociedad cuyo fin y aspiración colectiva sea no sólo satisfacer sus necesidades básicas sino también desarrollarse humanamente.

Eso es el cambio revolucionario del que hablamos. La necesidad de este cambio revolucionario ha comenzado a expresarse en las luchas. Es cierto, no es un proceso lineal ni permanentemente en ascenso, pero existe; y negarlo -porque aún no tiene la fuerza suficiente- es hacerle el juego a la andanada ideológica de la burguesía.

Embriones de nuevos órganos de poder político independiente de la burguesía -tenga el color que tenga- comienzan a constituirse en nuevas formas, metodologías y herramientas que se da nuestro pueblo: la lucha autoconvocada y las asambleas con democracia directa; cuestionando todo lo que viene de arriba y proponiendo por abajo.

Esa es la base de la democracia revolucionaria que empieza a surgir y a confrontar con la democracia burguesa.

Cuando comienza a darse esta dualidad de poder, la inserción del proyecto revolucionario es la clave que permita ampliar la movilización y sostenerla en el tiempo, con un carácter político.

Esto, que ha empezado a expresarse surge de prácticas a lo largo de varios años; y va generando una vanguardia, que abarca los más diversos sectores, que se fue gestando y que comienza a mirar un poco más allá del problema coyuntural, específico del momento.

Es aquella que reúne esas aspiraciones de cambio por fuera de la “lógica de la ganancia”,  netamente anti sistema y con inquietudes revolucionarias.

Esta lucha de clases que nos atraviesa hoy y que además que recorre el mundo, se está expresando de mil maneras diferentes, distintas, y no por eso menos enriquecedoras para todo el proceso…

Es esta lucha de clases la que torna política la crisis que hoy tiene la burguesía a nivel local e internacional. Porque la democracia burguesa y esa organización social en dónde priman las ganancias por sobre la vida humana, comienza a ser cuestionada.

Porque, gobierne quien gobierne, las políticas apuntan a seguir derribando derechos sociales y políticos; y los recursos que generamos con el trabajo de millones se destinan para sostener y aumentar las ganancias de bancos y empresas, desnudando que el sistema capitalista en su conjunto está al borde del colapso.

En la agudización de la lucha de clases y –fundamentalmente- en la organización concreta y material de todo lo que se desprende de ella, es que aparecerán las verdaderas soluciones para los trabajadores y el pueblo, en la antítesis de las “soluciones” que proponen cualquiera de las variantes burguesas.

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