La inhumanidad capitalista no se puede disfrazar

Los pueblos del mundo cada día vivimos peor. El sistema capitalista no ha mejorado nada. Miles de millones de habitantes tienen salarios de hambre. Las corrientes migratorias -que durante décadas han ido del campo a la ciudad- viven en condiciones infrahumanas. Las condiciones de trabajo de los nuevos proletarios son una esclavitud “moderna”. Millones y millones de ellos asisten a sus labores descalzos, con ropas andrajosas, en horarios inhumanos y por sólo un dólar diario.

Zapatillas y ropas producidas en esos populosos países como China, India, Vietnam (entre otros) llegan a ciertos mercados a precios tan exorbitantes que son inalcanzables para las grandes mayorías que los han hecho todo.

Pueblos del mundo que vivimos muy mal y advertimos ya que no viviremos mejor en un futuro inmediato. No solamente los países proveedores de “materias primas” acrecientan su dolor, o los pueblos con alta productividad (como los que hemos señalado anteriormente), sino también en los países  de alto desarrollo capitalista sus pueblos han empeorado sus condiciones de vida. El “futuro asegurado” ha pasado a la historia y hoy conviven con la incertidumbre del mañana. Sin dejar de mencionar que en ellos ha crecido la miseria que se cuenta por millones, desocupación galopante (salvo raras excepciones) y ni qué hablar del deterioro en la vida cotidiana. Al igual que en la mayoría de los países del mundo, padecen cortes de luz, inundaciones evitables, escasez de agua y las jubilaciones y pensiones ya no son garantía para una vejez digna. Las nuevas generaciones se han igualado para abajo con otros pueblos, cuando miramos el cobro miserable de sus haberes.

En ese mal vivir de miles de millones de seres humanos aparecen las broncas que se traducen en descontento a todo los instituido. Lo de abajo no soporta lo de arriba y diariamente se suceden grandes hechos que expresan una existencia de lucha de clases muy viva. Luchas callejeras, paros, huelgas, búsqueda de nuevas alternativas a todo lo que viene de arriba.

El cuestionamiento es generalizado aunque aún no aparezca en el horizonte una salida política al caos propuesto por el sistema capitalista. La democracia burguesa, la democracia representativa, no ha podido sostenerse en el tiempo con su inquebrantable figura. Ahora se presenta andrajosa, la lucha de clases la muestra como es y se despliegan por el mundo organizaciones que -por abajo- expresan una democracia directa, y que en ciertas ocasiones han logrado sostenerse con nuevas organizaciones que avalan su poder.

El sistema capitalista necesita cada vez más de nuevos proletarios. Es a ellos a los que les extrae la plusvalía. Por ello, los capitalistas van por nuevas regiones en el mundo, por nuevas conquistas. Van al centro de China, van a Vietnam y a los tigres asiáticos, van por África, y así, se regocijan con guerras de exterminio para conquistar ya no sólo materias primas, sino y -sobre todo- nueva mano de obra. La guerra intermonopolista no se da sólo por la mal llamada cuarta revolución industrial o tecnológica (y todo lo que ello conlleva), son guerras de conquista por salarios menores a un dólar diario.

Todo está en crisis en un sistema que frena el desarrollo de las fuerzas productivas. La lucha de clases se presenta cruda y la rebeldía contra todo sometimiento gana terrenos en todo el planeta. Ya no es tan fácil el engaño, ni tan fácil la represión. Conviven con todo este sistema putrefacto lo nuevo de la sociedad humana, los derechos políticos pasan a ser emblemas de pueblos enteros y así se suceden oleadas democráticas, que vienen de muy abajo y lo pueden todo. Es muy difícil ya una centralización política para la burguesía monopolista planetaria, cuando el abajo se mueve. En los propios Estados imperialistas las decisiones políticas fundamentales las toman los monopolios que se han apoderado de la administración, pero al no haber una centralización política, las decisiones son todas ad referéndum. Hoy mismo ya se habla de tirar para atrás el BREXIT.

Italia firma un acuerdo estratégico con China que va en contra del espíritu del parlamento europeo y de la Unión Europea; la ruta de la seda planteada por un sector de la oligarquía financiera planetaria es resistida por otro sector, acrecentando los temores de nuevas guerras que lleven a una tercera  confrontación de escala mundial.

Las huelgas más grandes de la historia en la India, los chalecos amarillos en Francia, las huelgas mineras en Chile, en México, las conquistas de mejores salarios al noreste de China a partir de los obreros de la fábrica de Honda en el 2012, son algunas de las expresiones de una lucha de clases viva que no deja acomodar el tablero de dominación política centralizada que necesitarían los monopolios.

Por arriba, complejo panorama político con fuerte tendencia a un agravamiento cada vez mayor. Por abajo, intensa búsqueda de nuevas salidas políticas que ya han dado por muertas las alternativas del sistema.

El gobierno de Macri tiene que actuar en estos marcos internacionales de gran incertidumbre. Una lucha de clases muy viva también en nuestro país, al calor de un descreimiento mayúsculo en las instituciones de la burguesía.

En ese torrente planetario de imponer salidas independientes a lo propuesto por el poder monopolista, nuestro pueblo ocupa un lugar privilegiado. Su búsqueda es y será incansable, y en ello, los revolucionarios debemos jugar un papel destacado para ayudar a «destapar” la verdadera historia humana. Nuestra clase obrera y nuestro pueblo están dando muestras masivas de espíritu, a pesar que la prensa burguesa intente tapar el sol con la mano.

Hay mucho por hacer en esa dirección liberadora. Los pueblos del mundo no estamos solos, en este nuevo alza vamos atando cabos, aún a falta de una centralización política internacionalista.

Las conquistas políticas por las que luchamos van unificando un programa que -de hecho- nos aleja definitivamente de esas propuestas políticas del poder burgués para que optemos siempre por «el mal menor».

En época de Capitalismo Monopolista de Estado, la burguesía es monopolista y el capitalismo -se disfrace de lo que se disfrace- es capitalismo.

Ese norte jamás hay que perderlo de vista, para que las políticas de engaño no desvíen la lucha hacia una salida política revolucionaria, que pueda desatar las fuerzas productivas hoy en manos de una ínfima minoría planetaria.

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