¿Qué democracia?

En las tres notas que nuestro Partido ha publicado desde el día lunes en esta misma página, se ha sintetizado cabalmente una posición de clase. Desde el análisis del resultado electoral, (en donde queda claro que la burguesía termina condicionada y obligada de hecho a priorizar un pacto de gobernabilidad); pasando a aclarar -en esencia- por qué esa gobernabilidad es totalmente incompatible con la voracidad de ganancias de la burguesía monopolista (mientras siguen aumentando todos los precios que bajan nuestros salarios, empujando a una nueva devaluación); para terminar explicando por qué nuestro partido rechaza los procesos electorales en esta etapa histórica (no por “principios” sino porque no aportan en absoluto a la organización independiente desde abajo, ni a construir la dirección revolucionaria del proceso de la lucha de clases).

No es mucho más lo que se puede agregar sobre estos temas, pero nunca está de más volver sobre algunos aspectos ideológicos que ayuden a fundamentar y comprender políticamente lo que estamos planteando. Brevemente:

1. La democracia burguesa está asentada en el Estado burgués, la forma de organización política que adquiere la sociedad capitalista se erige sobre un Estado que garantiza la reproducción y el sostenimiento de la explotación de las mayorías por una minoría que posee los medios de producción.

2. La burguesía sólo existe como clase porque vive del trabajo ajeno, su Estado y su organización social, política, económica, educativa, cultural existe como órgano de engaño y coerción, muy lejos de la imagen donde se lo presenta como “mediador” y “amortiguador” de las contradicciones de clase.

3. La democracia burguesa, nace como la mejor forma de dominación que la burguesía adoptó en su nacimiento, tomando las banderas de libertad, fraternidad e igualdad como un manto político que disfrazara su verdadera dominación de clase. Esas condiciones, supuestamente abarcativas de todas las clases sociales, sólo fueron y son efectivas para la clase dominante.

4. En más de dos siglos de existencia, el manto de igualitarismo y justicia ha ido siendo corrido por una característica propia del desarrollo del capitalismo: el proceso de centralización y concentración de capitales, cada vez más sanguinario e inhumano frente a las necesidades de los pueblos laboriosos. Así estamos.

La democracia directa sobre la que tanto hemos escrito, se opone antagónicamente con la democracia representativa que la burguesía sostiene. Se da así origen a una aspiración de verdadera participación política de amplias masas obreras y populares, que se vuelve antagónica con la democracia de la burguesía.

Podemos afirmar que este proceso se ha ido gestando planetariamente; un denominador común de las movilizaciones de masas en distintos países ha puesto este tema a la orden del día, junto con la aspiración de vida digna que el capitalismo no deja de atacar aumentando a niveles nunca conocidos la explotación y expoliación de los pueblos. Esta caracterización es tan indiscutible que hasta la propia clase dominante la tiene que tomar en cuenta.

Las “teorías” o argumentos políticos diversionistas y/o reformistas y/o populistas, lejos de asumir planteos que vengan a resolver de fondo esta contradicción antagónica, tratan de amortiguarla, de suavizarla, de presentarla como algo que es posible resolver dentro de los marcos del mismo sistema que le dio origen. ¿Qué loco, no?

No es otra cosa que intentar volver la Historia para atrás y regresar a épocas que el propio sistema capitalista y la burguesía en el poder ya han dado por muertas y han enterrado hace rato. Y después los utópicos somos los revolucionarios…

La crisis estructural del capitalismo no la puede resolver ni el propio capitalismo. La oligarquía financiera mundial tira la “pelota para adelante” y se ve envuelta en una bola de nieve que crece y crece, y va directo hacia el precipicio.

Ninguna facción de la burguesía monopolista atinará a resolver ninguna de las contradicciones inherentes al sistema dado que las mismas son irresolubles por su propio carácter explotador y rapiñero.

Por eso, habrá que estar atentos en esta etapa. No sería de extrañar que busquen amañar y adaptar la democracia directa (que tiene un carácter esencialmente proletario y popular) dentro de la propia democracia burguesa, sin atacar las bases del Estado burgués. O peor todavía: los más osados mercachifles de la política ya sostienen que desde el propio Estado de la burguesía es posible desarrollar nuevas formas democráticas de mayorías.

La lucha revolucionaria por convertir esta crisis estructural del capitalismo en destrucción del Estado capitalista es en un sentido de avance histórico de los derechos y garantías de las mayorías proletarias y populares, y no de un retroceso hacia las formas dictatoriales de la dominación burguesa.

De manera tal que las formas de democracia directa que nacen desde las propias entrañas del sistema capitalista, que tienen en su esencia un componente revolucionario importantísimo, sólo podrán cumplir ese cometido de revolución si avanzan contra el Estado de la burguesía monopolista para destruirlo.

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