La burguesía monopolista muestra su carácter reaccionario y retrógrado y lo seguirá mostrando

Escribiendo en el buscador de Google la palabra “coronavirus”, aparecen en cuestión de segundos 3.280.000.000 de noticias. Tres mil doscientas ochenta millones. Si en cambio escribimos “crisis capitalista”, aparecen 2.730.000 noticias.

Téngase en cuenta que el vocablo coronavirus es relativamente nuevo, a diferencia de crisis capitalista.

Este pequeño ejercicio nos muestra la gigantesca magnitud que ha creado la clase dominante y sus medios en el planeta para tapar con la pandemia la profunda y estructural crisis que atraviesa el sistema capitalista.

Nuestro Partido vine sosteniendo que asistimos a una de las crisis cíclicas del sistema; una crisis de superproducción que se venía gestando desde hace años, y que la aparición del nuevo virus no hizo más que profundizar. Y que al mismo tiempo desnudó la crisis estructural de la que hablamos.

El sistema capitalista, de un día para otro, mostró que no contaba con respiradores artificiales obligando a los médicos en muchos países a elegir qué enfermo salvar y qué enfermo dejar morir. Y lo peor es que ese problema, el capitalismo no lo ha podido resolver.

De un día para otro el capitalismo ha mostrado cómo desmanteló sistemas de salud enteros, entonces hoy faltan no sólo equipamiento sino profesionales de la salud. Y el capitalismo no ha podido resolver eso todavía.

En ciudades como Guayaquil o Nueva York los muertos terminan en las calles o en fosas comunes. El sistema nos dirá que se vieron desbordados los servicios funerarios, pero la conclusión es que el capitalismo no puede resolver eso tampoco.

Y podríamos seguir con una interminable lista de calamidades.

A principios de abril el diario británico Financial Times, vocero de lo más concentrado de la oligarquía financiera mundial, editó un editorial en el que resalta en un párrafo: “La crisis de hoy pone al descubierto hasta qué punto muchas sociedades ricas no alcanzan este ideal de un contrato social que beneficie a todos». Lo que en realidad debería decir es que la crisis pone al descubierto hasta qué punto ese “ideal” es imposible de alcanzar en el actual modo de producción.

Aquí reside el gran debate político e ideológico que tenemos enfrente. Durante décadas se ha machacado que el socialismo había fracasado en el mundo. Y que el capitalismo había demostrado ser la única forma de organizar la producción y la vida de los miles de millones de habitantes que tiene el planeta.

Hoy, que una vez más se ha demostrado que el modo de producción capitalista y la clase que detenta el poder son incapaces de resolver una pandemia y que han puesto al mundo a merced de una nueva crisis de superproducción, con la consecuente destrucción de fuerzas productivas que ello conlleva, se nos quiere hacer creer que el capitalismo, pasado el coronavirus, tendrá la forma de salir adelante y de reformarse. Lo mismo dijeron con la crisis de 2008. Y aquí estamos.

La anarquía del capital y su único incentivo, la ganancia, hace impracticable una vuelta atrás en le proceso de concentración y centralización de capitales. Muy por el contrario, esta crisis va a profundizar ese proceso y una nueva etapa de riqueza en poder de pocas manos se está gestando en el mundo. Es la única vía de solución que tiene el sistema para sobrevivir. De allí que sus respuestas sean todas con el objetivo de descargar las consecuencias de la situación sobre las espaldas de los pueblos del mundo. Y de la clase obrera en particular.

La necesidad y posibilidad del socialismo debe ponerse firmemente en el centro de la discusión. Se está abriendo y se intensificará una etapa de luchas para enfrentar los embates del capital contra el trabajo y en medio de esas luchas deben empezar a tallar con fuerza, decisión y resolución las ideas de la revolución, la necesidad y posibilidad de luchar por el poder y por el socialismo.

Luchar por una nueva sociedad no es volver atrás la historia sino permitir y ayudar que ésta vaya hacia delante, hacia un modo de producción que esté a la altura de las necesidades y capacidades que la humanidad ha adquirido y que hoy el capitalismo destruye, frena, socava, en función de la ganancia.

Cuando la producción se detiene se confirma que el capital y toda su cacareada tecnología no sirven de nada sin el trabajo humano.

La burguesía monopolista ha mostrado por estos días su carácter reaccionario y retrógrado y lo seguirá mostrando. La clase obrera, por el contrario, es la que sostiene y afronta la lucha por la vida, por el cuidado del ser humano, por la solidaridad entre los explotados y oprimidos.

Se ha puesto blanco sobre negro el papel que juegan las clases en la sociedad y hasta dónde puede llegar la crueldad de un sistema despojado de toda humanidad. Y al mismo tiempo se comienza a fortalecer la respuesta de la clase que todo lo produce y que es la única en condiciones de llevar adelante un proyecto de liberación para todo el pueblo.

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