El parlamento español acaba de aprobar las reformas a la legislación laboral.
La misma no tuvo prácticamente oposición, todos los congresales del partido del “progresista” del gobierno de Zapatero votaron a favor y los “derechistas” del Partido Popular se abstuvieron argumentando que estaban de acuerdo con el fondo de la ley, pero no en sus formas (la derecha se transforma en izquierda y la izquierda en derecha).
Las “nuevas” leyes laborales son prácticamente un calco de la ley de flexibilización laboral de nuestro país.
Algunas voces del sindicalismo amarillista que usan caretas comunistas o socialistas denuncian que la nueva legislación propicia el despido exprés. Sin embargo, para demostrar su descontento anuncian una manifestación de protesta para fin del mes de setiembre.
Tal como queda reflejado en este nuevo ejemplo español, los monopolios sólo tienen una política en el mundo, y es la que aplican en Argentina, en Grecia, en España, en Portugal o en cualquier país sobre el que tienen asentadas sus patas.
La diferencia entre la aplicación más gradual, más franca, más violenta, o más encubierta, está dada por la calidad en el enfrentamiento de clases.
La lucha por la distribución de la riqueza, es decir la lucha de clases, es la que impone obstáculos a la política de los monopolios.
La lucha de clases es la que determina la fortaleza o debilidad de las clases en pugna, la posibilidad del engaño por parte de la clase dominante o la imposibilidad de ésta de poder aplicar sus políticas por la incredulidad de las masas populares.
Las diferencias entre los nombres de los partidos que se expresan en los parlamentos burgueses no son más que eso, diferencias de nombres. No hay diferencias sustanciales en la aplicación de las políticas desde el gobierno de turno ya que dichas políticas son decididas entre los funcionarios gobernantes y los funcionarios de las empresas transnacionales, ya aparezcan estas como bancos, industrias, comerciales o fusiones entre ellas).
Las divisiones existente entre los partidos parlamentaristas que van a elecciones, y que aparecen como diferencias entre derecha e izquierda, entre peronistas y radicales, o entre progresistas nacionales y populares y conservadores, en el fondo no existen, pues son partidos que se pelean entre sí para dirimir quien, desde el gobierno, va a llevar adelante las políticas de los monopolios.
Como en España, criticarán las formas, chillarán y gritarán contra el personalismo, las coimas, los que se cruzan de un partido a otro, los que no llaman al diálogo, los que no respetan a la oposición, etc. Pero a la hora de votar las leyes de fondo que requieren los monopolios para sostener sus ganancias y el sistema capitalista que les permite perpetuarse en el poder, darán su voto disciplinadamente siguiendo a conciencia y fielmente los dictados del poder.