La reunión del G-20 ha sido un nuevo fracaso. La oligarquía financiera mundial, reunida en Canadá, sólo atina a seguir anunciando y haciendo lo único que sabe: Pedir más y nuevos recortes para las condiciones de vida de los pueblos, mientras se anuncia que se siguen estudiando medidas para financiar futuros rescates a los bancos. Todo esto en medio de inocultables diferencias existentes entre los países allí reunidos.
La imagen sería la de unos cuantos descuartizadores, que en lo único que se ponen de acuerdo es en llevar a cabo el descuartizamiento; pero que se sacan los ojos entre ellos para ver quién se queda con las mejores partes.
Pero las diferencias entre los exponentes mundiales de la burguesía monopolista no están determinadas por una simple pelea entre ellos o un simple desacuerdo. Lo que no dicen abiertamente, lo dicen en una de sus “resoluciones”: La austeridad fiscal debe ser aplicada teniendo en cuenta que “cada país avance a su propio ritmo y adopte políticas «diferenciadas y ancladas» que concuerden con las prioridades políticas o económicas del país”.
En una palabra, hay que continuar haciéndole pagar los costos de la crisis a las masas, pero sabemos que la cosa está más que difícil. Sino que lo digan los gobiernos europeos, que uno tras otro ve cómo las decisiones que se toman en los escritorios son cuestionadas en las calles con movilizaciones, huelgas y todo tipo de enfrentamientos.
Este es el verdadero carácter de la crisis mundial. Es una crisis política sin precedentes en la que las clases dominantes no atinan en soluciones económicas, precisamente, porque dichas medidas están deslegitimadas políticamente por los pueblos. Que, a su vez, demuestran su oposición en la lucha de calles, escenario absolutamente contrario al interés de los que dominan y absolutamente favorable para los oprimidos.
Es la lucha de clases que se pone a la orden del día y presagia el signo de lo que se viene. Los pueblos están en alza y cuestionan y condicionan lo que en otras épocas la burguesía podía realizar sin problemas. Y contra esta crisis esencialmente política, no hay medida económica ni cumbre mundial que alcance.