El modo de producción capitalista, sustentado en la explotación del hombre por el hombre, impone una sociedad individualista, donde cada uno debe procurase la supervivencia, incluso pisoteando al de al lado.
El éxito es individual, como nos pregonan, en base al sacrificio y la capacidad. Los logros entonces dependen de cada uno, y los resultados están sujetos a la voluntad, al espíritu emprendedor.
Esta forma de ver la realidad, que desde niños nos contamina, nos formatea, la podemos comprobar cuando pensamos en las necesidades básicas del ser humano.
Si uno se pregunta cuáles son estas, la primera respuesta es: vivienda, educación, trabajo, salud, etc.
Hagamos una hipótesis: que pasaría si a uno le ofrecen vivir en una isla, donde por los medios tecnológicos disponibles accedería a la educación, donde tendría una vivienda, comida y una vez al año le harían un examen médico ¿Podríamos hablar de una vida digna para todos?
El hombre es un ser social, que precisa para completarse la interrelación con los otros, pero en una sociedad como la capitalista eso esta coartado, mutilado desde su origen.
Cuando desde el futuro socialista planteamos el desarrollo social e individual como el motor de la sociedad, estamos hablando de otras relaciones sociales, basadas en la fraternidad, en el humanismo más profundo.
Las condiciones básicas para la vida, entonces, no se resuelven simplemente en las necesidades individuales; hablamos de una sociedad sustentada en el protagonismo y el involucramiento de la sociedad en su conjunto, donde el pueblo participe y decida en todos los aspectos.
Desde esta perspectiva las condiciones básicas para vivir, incluyen otras cuestiones, por ejemplo, el acceso a la ciencia y al deporte de todos sus individuos, el acceso a los servicios públicos, etc. La realidad nos muestra hoy a millones de compatriotas padeciendo la falta de gas envasado en un país productor de hidrocarburos ¿qué lógica es la de este sistema? Lo mismo podríamos decir del estado de las calles, comparándolas con las autopistas que se construyen para responder a los planes de los monopolios, o cómo se utilizan los fondos públicos sin ninguna clase de participación de aquellos que los generamos.
Luchar por condiciones dignas de vida supera con creces los reclamos por mejorar nuestra situación personal, implica reclamar también mejoras y progresos a nivel social, mejoras y respuestas a las necesidades colectivas; como ser una política que resuelva por ejemplo, la mendicidad infantil, el flagelo de las drogas en nuestra juventud, el progreso de nuestros barrios, de nuestras comunidades.
La lista de condiciones básicas insatisfechas es larguísima, y su solución, como lo comprobamos a diario, sólo se resuelve con nuestra determinación, con nuestro compromiso.
Enfrentamos a un poder que se sostiene precisamente en condenarnos al olvido, y que apuesta a dividirnos, a embretarnos en nuestros propios problemas.
La unidad, el estrechar filas a la hora de pelear por lo que nos corresponde, por nuestros derechos, es la mejor medicina para esta enfermedad.
Unidad para la lucha, unidad para soñar el futuro, unidad para construirlo. Unidad, la primera necesidad del momento.