El mes pasado se prendió fuego la casa de un vecino; fuego que, como es lógico acá en La Matanza, lo apagamos antes los vecinos que los bomberos, que tardaron más de 50 minutos. Vino un patrullero que paró a una cuadra y se acercó solo un policía y con miedo a ser linchado, debido a los insultos de los vecinos que tratábamos de socorrer a los chicos y al hombre, que se estaba quemando todo el cuerpo. La ambulancia nunca llegó pero, por pura suerte, los chicos no sufrieron ningún daño y los mismos vecinos trasladamos a este hombre al hospital y quedó en terapia intensiva por tres semanas, debido a las quemaduras en las vías respiratorias.
Es ahí cuando uno se pregunta: Y ahora qué? De qué manera este sistema nos rebaja tanto, nos manosea de tal forma, que el sueño de la casa propia es algo a veces peligroso; casas precarias pues la plata que cobramos apenas nos alcanza para comer (vestirnos ya es lujo), cómo podemos pensar en gastar una moneda de más para mejorar nuestra vivienda; instalaciones eléctricas peligrosas con las cuales estamos poniendo en riesgo a nuestras familias; napas de aguas contaminadas. Todo esto nos tira abajo y, a veces, ya no le dan a uno más las fuerzas. Pero, a la vez, como trabajadores que somos, volvemos a ponernos de pie y a dar batalla, a luchar por lo que nos corresponde, lo que nos niegan estos inoperantes “que nos gobiernan”… Que es, nada más ni nada menos, que el derecho a una vivienda digna, a una vida digna.
Lo que nos queda claro una vez más es lo mal que estamos. Los punteros políticos ni aparecieron –claro, si solo aparecen cuando hay elecciones y necesitan de la gente-; la burocracia que esta familia tuvo que soportar para que le den un colchón y una bolsa de mercadería y arreglate; hasta le pedían DNI. ¡Pero si se quemó todo! La esposa del vecino se tuvo que hacer el DNI y le cobraron hasta el último centavo, que le prestamos algunos vecinos; también le pidieron escritura, etc.
Este sistema cada vez nos trata peor, solo somos para ellos un voto más y, mientras se pelean desde arriba por más poder (el que más tiene más quiere), los de abajo ya no tenemos ganas de sentarnos a esperar a ver qué migaja nos tiran, a ver cómo sobrevivimos este mes.