La crisis que a nivel planetario golpea a la burguesía monopolista no encuentra respiro. Pero ahora no por los descalabros económicos o especulativos ya conocidos, sino fundamentalmente por la creciente ola de enfrentamientos obreros que colocan a la lucha de clases en el centro de la escena política a escala mundial.
A los sucesivos enfrentamientos que venimos señalando en Europa e inclusive en los propios EE.UU (que han sido motivo de análisis en diversos artículos de esta página), se le suma en este último mes un profundo malestar de los trabajadores que se extiende por todo el continente asiático, por los bajos salarios que perciben. En algunos países las protestas adquieren una violencia de clase que desborda a la burguesía.
Aunque algunas corporaciones aumentaron hasta un 80% los salarios, los operarios textiles siguen siendo los peor pagos del mundo. Los trabajadores de Bangladesh que fabrican prendas para marcas como H&M, Gap y Marks & Spencer, incluyeron en sus protestas quema de autos y destrucción de comercios de la firma en la capital Dhaka.
El sueldo mínimo ha pasado de u$s 23 a u$s 43 mensuales y se trata de la primera recomposición salarial en cuatro años, pese a los tremendos aumentos de precios durante ese período. Los trabajadores están enfurecidos porque la empresa no aceptó lo que ellos reclamaban.
Estos conflictos son un verdadero llamado de atención para las grandes cadenas internacionales que esperaban escapar de los crecientes costos laborales y huelgas en China, mudando mayor producción a otros centros industriales asiáticos.
En este sentido, los centros industriales de Asia como Bangladesh, Vietnam, Camboya e Indonesia están enfrentando un creciente malestar de los operarios y una fuerte presión sobre sus salarios, debido al incremento de los precios de los alimentos y otros productos de primera necesidad.
“La capacidad de los empleadores de pagar poco a sus trabajadores está disminuyendo”, declaró un socio gerente de Asian Tiger Capital Partners, lo que nos evita cualquier otra aclaración…
En Camboya, tres días de huelga paralizaron a toda la industria, en desacuerdo con el 21% otorgado. En Vietnam, los trabajadores golpeados por una inflación de 9% hicieron 200 paros el año pasado. En abril, por ejemplo, se declararon en huelga casi 10.000 asalariados de un fabricante taiwanés de zapatos.
En Indonesia, hubo paros en fábricas textiles el mes pasado en Bandung, donde 40.000 trabajadores de varias compañías se manifestaron en contra del aumento de precios de la electricidad.
En India, Nokia (el fabricante de celulares), Bosch (el productor de autopartes); Hyundai, Volvo e innumerables compañías enfrentan una creciente ola de conflictos de todo su personal industrial.
Pero en ningún lugar es tan palpable la furia de los trabajadores como en Bangladesh, donde hasta el primer ministro Sheikh Hasina Wajed se vio obligado a declarar que el actual sueldo mínimo “no sólo es insuficiente, sino inhumano”. La última recomposición salarial había sido en 2006.
A principios de agosto, al menos 80 personas resultaron heridas en los enfrentamientos entre trabajadores de la industria textil y efectivos de la Policía de Bangladesh, cuando los agentes emplearon porras, balas de goma y gases lacrimógenos contra los manifestantes. En apenas dos días, también resultaron heridas 250 personas en los enfrentamientos y protestas en Ashulia y otras zonas cercanas a la capital.
En Bangladesh trabajan más de 3,5 millones de personas en la industria textil y de ésta dependen empresas multinacionales como JC Penney, Wal-Mart, H&M, Kohl’s, Marks & Spencer, Zara o Carrefour.
Los trabajadores cortaron una autovía durante varias horas abucheando y lanzando ladrillos contra los policías. También levantaron barricadas en una carretera de Narayanganj, en el este de la capital, donde también se registraron enfrentamientos con la Policía
Esta huelga provocó que decenas de fábricas hayan tenido que cerrar durante la misma, mostrando el alto grado de masividad, decisión y contundencia que caracterizó esta lucha de los trabajadores, a la hora de ir por lo que les pertenece.