Hoy se publicó lo siguiente:
Según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), hay 925 millones de personas hambrientas en el mundo. Dos tercios de ellos viven en siete países: Bangladesh, China, Congo, Etiopía, India, Indonesia, Pakistán.
Lo que no dice esta publicación es que, precisamente, en esos países se pagan los salarios más bajos del mundo y que los dueños de los monopolios mundiales pretenden que en la totalidad de los cinco continentes se paguen esos mismos salarios.
Es fácil darse cuenta que en vez de luchar contra la pobreza, la oligarquía financiera mundial profundiza la pobreza, la miseria, el hambre y la muerte.
Así, “combate la pobreza el capitalismo”.
El cinismo de la burguesía monopolista es tal que los gobernantes, los reyes, los aristócratas y grandes empresarios y sus voceros a sueldo, se llenan la boca hablando de democracia y de la defensa y respeto a la propiedad privada.
Lo que tampoco dicen es que la propiedad privada capitalista (es decir, la propiedad privada de quienes no producen) se construye sobre la expropiación de toda propiedad basada en el trabajo de quienes producimos.
La burguesía imperialista ha expropiado a toda la humanidad de la tierra, y de todos los medios de vida. Son los más grandes expropiadores de toda la historia y cada minuto expropian más y más.
Aproximadamente el 90% de los seres humanos de este planeta, es decir unos 5.500 millones de personas, no tenemos otro recurso más que nuestra persona para poder subsistir. Entonces nos vemos obligados a trabajar para un capitalista quien nos expropia nuestra fuerza de trabajo y el producto de nuestro esfuerzo, a cambio de un sueldo con el que apenas podemos comprar los bienes indispensables que nos permiten subsistir y procrearnos. Así todos los días.
Vivimos en un planeta ajeno. Sin embargo, lo sentimos nuestro por derecho natural y nos lanzamos a la lucha para conquistarlo.
Eso es lo que venimos haciendo los pueblos en Europa, en Asia, en África y en nuestra América.
Esto es lo que estamos haciendo en nuestro país, y eso es a lo que le teme la oligarquía financiera. Ven peligrar sus privilegios mal habidos, pero la oleada de los pueblos les resulta incontenible.
Un nuevo escenario se abre en la lucha de la mayoría de la humanidad por el pan, la tierra y los recursos necesarios para la vida.
Con luchas, la enorme mayoría expropiada de la humanidad, arrancamos conquistas, nos hacemos dignos, construimos un futuro y, con ello, sentamos las bases de los nuevos derechos humanos, basados en la apropiación colectiva de todo lo que nos fue saqueado por un puñado de parásitos.