El capitalismo evolucionó a través de los siglos renovando los métodos de organización, ampliando la tecnología y modificando las relaciones laborales siempre en la senda de aumentar la tasa de ganancia acelerando la concentración de capitales. A un determinado “momento” del sistema capitalista corresponde un tipo de organización sindical, un tipo de jornada laboral, etc. Las políticas de recursos humanos de antaño ponían a todos los trabajadores de una misma empresa bajo su dependencia. Vale decir, la gerencia de planta era la figura patronal tanto para los operarios de producción como para el personal de limpieza, vigilancia, enfermería, seguridad en el trabajo, comedor, transporte, etc. La organización de la planta implicaba tareas accesorias que si bien no tenían la trascendencia de la producción misma ni acarreaban el grueso de los recursos, caso de garantizar el servicio de comedor, implicaban una “distracción” del verdadero objetivo de la compañía, es decir, optimizar la producción sea en función de la adquisición de tecnología o mayor explotación de los trabajadores. Por otro lado, el obrero propiamente dicho era compañero del personal auxiliar y sobre esa base de unidad se daban las luchas obreras.
Conforme fueron las décadas, esta organización fue dando paso a una de otro tipo en donde la punta de lanza es la tercerización. De la mano de la concentración de capitales en un sentido y la especialización en otro, comenzaron aparecer empresas dedicadas específicamente a esas tareas subalternas, accesorias de la gran industria pero indispensables desde el punto de vista organizativo histórico (hoy día ningún monopolio carece de transportes, seguridad, catering, etc.). Empresas privadas entraron a ser contratadas por grandes monopolios y a convertirse en “enclaves” dentro de sus plantas. Empresas dentro de empresas. Con la excusa de que una compañía de catering puede ocuparse más eficientemente del almuerzo de los obreros de Ford que la propia gerencia de esta empresa, quien se se aboca específicamente a lo suyo y se desliga de todo aquello que no es generar ganancia específicamente con el bien material que produce. Así la tercerización avanza y aparece un nuevo condicionante a la lucha obrera, las distintas patronales. Aunque la concentración de capital haga posible que una empresa productora de bienes y una tercerista pertenezcan al mismo grupo monopólico, frente a sus contratados se presentan como entidades diferentes e intentan de esa manera imponer divisiones ficticias entre la masa de trabajadores. Tal problema es de planta, tal de la empresa constructora, “los beneficios son para los efectivos, no para los de limpieza”.
La necesidad de la burguesía de imponer sus planes de explotación demanda una clase obrera dividida y con escaso poder de fuego. Por las propias contradicciones del sistema capitalista es imposible pensar en la ausencia de conflictos laborales; por eso la estrategia burguesa en nuestro país se basa en que éstos se den fragmentados y no trasciendan, no sólo a otras zonas y otras fábricas, sino incluso del sector. Dividir y silenciar son sus armas, por eso la construcción de la unidad se convierte en el problema clave a resolver por las vanguardias obreras que están en ebullición en lo más profundo de los cordones industriales de nuestro país.
Batallar todos los días en función de la unidad de la fábrica como así también de la zona o parque industrial es tarea que le cabe a los obreros revolucionaros de los frentes fabriles, buscando cuáles son los puntos comunes, cuáles las reivindicaciones compartidas. No somos tan distintos…al fin y al cabo, agencia o no, efectivo o temporario, toda la clase obrera sufre similares penurias independientemente de la tarea o el tipo de relación de dependencia. “Este problema es sólo de la empresa contratista/tercerista” dicen queriendo evitar el “contagio”. Pero, ¿en qué lugar está escrito que dos trabajadores con distinto uniforme no pueden luchar juntos? Justamente, es eso lo que la burguesía tanto teme…que los conflictos se desmadren y encuentren la unidad de toda la clase en el reclamo y la lucha. Así la tercerización queda sólo en el papel, pues los trabajadores saltan las barreras que los separan y ven que, aunque de distintas empresas, son una sola clase única y que, a su vez, el enemigo no son varias patronales sino una única burguesía.