La danza de las palabras

La asamblea adentro, la lluvia afuera. Se pide el descalce general: sacarse las zapas. La razón es que se está llevando a cabo en el aula de danza clásica y no hay que arruinar el piso de madera. Sacando lo anecdótico, esto es un «clásico» de la historia de la educación pública: problemas sin resolver. Como toda historia tiene distintas zapatillas y sandalias. En este caso se trata del departamento de Artes en Movimiento, perteneciente al Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA) y las asambleas son corrientes por estos días, ya que se encuentran tomadas las distintas sedes, dentro del marco más general del reclamo estudiantil, que incluye en su mayoría a los bachilleratos porteños pero también terciarios y universitarios. Gira el mate. La asamblea está para expresarse, dice una chica, e invita a reflexionar antes de hablar, pero también a no reprimirse una pregunta, por más tonta que parezca (la pregunta). Se hace un recuento de todo lo que viene sucediendo. El reclamo principal es edilicio, ya que no cuentan con lugar propio (se está estudiando en un lugar alquilado) y, por ejemplo, los del departamento de Audiovisuales -Yatay y Corrientes- cada vez que llueve, como ahora, se inunda el subsuelo y tienen riesgo de electrocución. Noventa personas se miran, hablan y toman mate ordenadamente donde hace un par de horas yo dormía. «¿Cómo somos como personas?», se pregunta uno. A mí me parece muy interesante la filosofía que comparte pero al parecer no es todavía el momento porque le piden que no se extienda y sea más concreto. Se enriquece el diálogo entre seres que acaban de llegar, que no son del centro de estudiantes ni están participando de la toma. Se torna una charla de acciones. Una acción de charlas. La información circula, cara a cara, contrastando a los «confusos y mentirosos» mails, que según cuentan andan rondando las compus de estudiantes y profesores.
«No hay que relativizar los mails», afirma otro, y habla de utilizarlos para difundir a la gente que no puede participar activamente de la toma. Rebotan las opiniones, saltan los comentarios. Gira otro mate. Ya hay más de cien personas y como quince termos. «La idea de hoy es tomar decisiones» resume una chica, «quedarse afuera es una postura que no suma», agrega otra.
Un comentario irónico: al IUNA siempre le han prometido incumplimientos. No habría por qué ilusionarse ante la posibilidad concreta de la compra de un edificio para final de septiembre… pero en la lucha uno no puede dejar de tener un stock de esperanza. Una chica dice algo que me llama la atención: «El hecho no es destituir a nadie» y mociona quitar los nombres de los políticos para reenfocar el reclamo. Termina por decir que «nunca hubiese pensado en participar de una toma», pero lo va a hacer e invita a los/as presentes a sumarse. Los chicos/as del IUNA sonríen seguido, discuten a veces. Habitar temporalmente el lugar es muy interesante. Hay una buena onda que se torna necesaria para estar a la altura de las circunstancias, como si hubiese sido establecido en alguna asamblea anterior. Ahora, siguen girando mates, ¿nunca se termina el agua? Veo el aula tan linda y suave e imagino que después de tantas palabras se podría hacer una jam de contact, un baile general, un recreo de danzarines/as. Pero ahora no. Sentipienso que la lucha es ponerse en el lugar de aquel que en este momento se le está inundando el subsuelo, o la que se caga de frío en invierno, o ese al que el Estado ni nadie lo ayuda a estudiar, mientras se ocupa de sobrevivir. La realidad por estos días es que luego de dos años de reclamos recién a partir de ahora es que se están escuchando. A nadie le hace gracia no tener clase, pero llego a la conclusión de que cuando uno o una se siente en un momento histórico -por más clásico que parezca- hay que tomar una posición al respecto de los/as contemporáneos/as y futuros/as.

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