Un nuevo recrudecimiento de los ataques, supuestamente, entre el Estado Israelí y los palestinos, e incluso, en ataques en la frontera con Egipto de parte de Israel, nos muestra a todas luces cómo intenta resolver la crisis política los monopolios.
Después de las multitudinarias movilizaciones de las masas israelíes reclamando mejores condiciones de vida y protestando (los nuevos indignados) por la situación económica, era una cuestión de tiempo esta salida como respuesta de las clases dominantes. No se necesitaba ninguna información de inteligencia de quién sabe qué para prever que la “tregua” se iba a “romper”.
Así actúa y actuó siempre el Estado sionista: los problemas políticos los resuelven a través de la violencia contra los pueblos. Basta tan sólo, en un conflicto tan sensible como el de palestinos e israelíes, una simple provocación o incidente mínimo para subirse al carro de la guerra. En esencia, una respuesta fascista: frenar la lucha de las masas y la protesta en su propio tronco a través de la muerte, pretendiendo en vano convencer al pueblo movilizado crenado una nueva situación de guerra.
Tal obvio y estúpido es el recurso de los monopolios en Israel (Palestina ocupada) que unos días previos habían constituido una comisión del gobierno para poder “dialogar” con el nuevo fenómeno de los indignados, y tras cartón, planear estos nuevos ataques, y volver una vez más, el gobierno israelí, a victimizarse.
¿A quién quieren confundir? ¡Cuánta subestimación a la humanidad! Como si esto fuera a resolver la crisis política y económica que padecen, o traerle solución a los problemas de la población.
Llega un punto que no se necesitan, ni interesan, las más certeras informaciones para desentrañar el problema. La lucha de clases los aprieta y cada vez más el imperialismo queda como el avestruz: con las bombas esconden la cabeza, y el culo de su avaricia y los grandes problemas quedan al descubierto una vez más.
Basta echar una mirada al actual contexto mundial, y de la región del Medio Oriente en particular, donde la oligarquía financiera se debate en una crisis producto de la lucha de los pueblos, que no están dispuestos a ser, una vez más, el pato de la boda.