La crisis del capitalismo es la lucha de clases

En grandes términos, la causa fundamental, de la recesión económica, a la que tanta mención han hecho todos los medios de comunicación estos últimos días, en referencia a la situación de EEUU y Europa, no es más que un freno rotundo al crecimiento del PBI (producto bruto interno), tras la gran concentración de capitales por parte de la oligarquía financiera, la explosión de múltiples burbujas que se mantuvieron por años a costa del resto del mundo y por ende el rotundo empobrecimiento de los pueblos  hoy carentes de expectativas de futuro en el marco de este sistema.

Decimos en grandes términos, ya que podríamos profundizar sobre varios factores económicos que la han provocado y que la seguirán profundizando en el capitalismo a nivel mundial, producto de su propia naturaleza. Producto de la salvaje ambición anárquica de la oligarquía financiera por concentrar más y más riquezas a cualquier precio. Pero en esta nota queremos hacer referencia principalmente al aspecto que no mencionan los medios y que ocultan deliberadamente, cual es la tremenda crisis política que hoy sufre el capitalismo en todo el planeta producto de la enorme profundización de la lucha de clases que se da en el mundo.

La inflación, los bajos salarios, el desempleo y, en consecuencia, el achicamiento del consumo para las grandes mayorías, forman parte del paisaje “natural” de la economía en los países del mundo, donde la bancarrota de los Estados mundiales se expresa por el desborde de la deuda pública. Entonces vienen con la aplicación del viejo antídoto que los economistas burgueses siempre han utilizado que es el de ajustar los bolsillos de la población, aumentando aún más el empobrecimiento y encareciendo el costo de vida, bajando los salarios; con mayor pagos de impuestos; rebajando el presupuesto público destinado principalmente a la salud y la educación. Como en otras épocas, intentan aplicar la fórmula de la invasión a los pueblos y las guerras para una nueva repartición de los mercados, cosa que nunca cesa, pero esto también les ha traído profunda contradicciones entre ellos.

Todo esto expresa que, a diferencia de las crisis cíclicas propias del capitalismo, esta vez la crisis económica no ha venido sola, si no que ha venido acompañada por una gran oleada de  movilizaciones de los pueblos que dicen: por qué vamos a pagar nosotros la crisis que la oligarquía financiera y sus gobiernos han creado. Y esto marca que ya nada será como antes.

Las revueltas en los países de África del norte, principalmente las de Túnez y Egipto, donde los gobiernos han sido derribados. La sangrienta crisis política desatada en los países de Libia, Siria y Yemen. El recrudecimiento de los enfrentamientos en Irak y el avance de los palestinos en el contexto político mundial sobre el Estado israelí. Las innumerables olas de huelgas en el corazón de la industria China. Las puebladas de los países europeos fundamentalmente las de Grecia e Islandia. Las masivas movilizaciones de los indignados en España que trascendieron sus fronteras y contagiaron a otros países de Europa. Las revueltas de los jóvenes en Francia e Inglaterra. Las protestas estudiantiles en Chile y Honduras. Y ni hablar de los innumerables conflictos de todo tipo, sobre todo de la clase obrera, que caen como aguacero en todos los países, como los que vivimos a diario en Argentina, aunque quieran restarles trascendencia.

Ahora bien, en esta situación generalizada, la oligarquía tiene un gran problema:  ¿Cómo harán los gobiernos burgueses para aplicar los viejos antídotos? ¿Cómo aplicarán las políticas de mayor empobrecimiento? ¿Cómo podrán  generar credibilidad donde ya nadie les cree?

Por lo dicho, la verdadera crisis del capitalismo es la lucha de clases y la aspiración de la clase obrera y el pueblo de ser los verdaderos protagonistas de esta historia. El gran problema de ellos es el camino de la solución de los nuestros. Terror le tienen a las movilizaciones de los pueblos del mundo, pero más terror le tienen a  las ideas revolucionarias que vuelven a crecer. El capitalismo se va enfrascando cada vez más en un cuello de botella y las posibilidades objetivas y subjetivas de revoluciones en el mundo  se van acrecentando sobre la base de las experiencias que van ejercitando la clase obrera y los pueblos del mundo.

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