Las manifestaciones del día de ayer, 15 de octubre, en casi mil ciudades de más de 80 países en el mundo, son una expresión inédita en la historia. Los pueblos del mundo han dado un grito al unísono, golpeando en la cara del sistema capitalista mundial, planteando que la crisis es, fundamentalmente, política; las masas populares han protagonizado una jornada en la que ratifican que se acabó el tiempo de ordenar desde arriba para que obedezcan los de abajo, que la Historia se está escribiendo en las calles y no en los centros financieros mundiales y que el capitalismo está atravesado por una crisis que es estructural y no cíclica.
Las marchas en el mundo tuvieron diversas consignas y reclamos, pero sin lugar a dudas todos ellos se pueden resumir en que han identificado al sistema capitalista como el único responsable de los padecimientos de la Humanidad.
Todas y cada una de ellas tienen en este marco una vital importancia política; destacándose las realizadas en Berlín, Frankfurt, Londres, Nueva York, Atenas, Amsterdam, Paris, Barcelona, Madrid, San Sebastián, Sevilla, Roma, Sidney y Tokio.
Que las mayores concentraciones se hayan producido en las ciudades más importantes de Europa y Estados Unidos hablan de la profundidad y extensión de la crisis política del sistema en su conjunto.
Para los revolucionarios, este es un hecho que debemos enaltecer, y otorgarle la importancia que tiene, dado que lo que se ha producido ayer ratifica que transitamos una época de revolución social y significa una mayor responsabilidad para que toda esta fuerza demostrada tenga un camino verdadero de cambio revolucionario que materialice las aspiraciones de que el ser humano deje de ser una mercancía más, para ser arte y parte en la construcción de una sociedad en la que los destinos político, económico, social, cultural y espiritual de los seres humanos sean la meta principal para la realización de la Humanidad.