La medida que el gobierno de la presidenta Fernández Vda. de Kirchner tomó respecto del dólar, es una prohibición, en los hechos, a la adquisición de dicho billete por parte de los pequeños compradores.
El gobierno se vio acorralado y debió tomarla en forma urgente para proteger los intereses monopolistas y de las entidades bancarias.
La desconfianza mayúscula de la población sobre las políticas aplicadas por el gobierno, la inflación y el rechazo a los bancos, hizo que una masa creciente de pequeños ahorristas comprara dólares para proteger su dinero.
Esto no es nuevo y se ha profundizado desde el 2001, pero ahora se ha vuelto incontrolable, pues contribuye a generar una presión a la suba del dólar.
Los negocios actuales de los monopolios requieren un dólar alto pero estable. No desean para nada una devaluación ya que esto haría insostenible la situación social de los sectores asalariados que verían diezmado su sueldo, lo cual sería como echar nafta al fuego. Y a esto no quieren enfrentarse los oligarcas.
Desde lo económico, los monopolios podrían resolver el problema, vendiendo en Argentina los dólares obtenidos en sus transacciones internacionales, o reduciendo las remesas de dólares a sus casas matrices (8.100 millones a fines de 2010, según algunas fuentes), o minimizando los pagos de deudas que el gobierno viene haciendo puntualmente en la era Kirchner a niveles que ningún gobierno anterior efectuó (ni siquiera el menemismo con Cavallo y todo), o eliminando subsidios (más de 60.000 millones) a las empresas petroleras, mineras, de transportes, de servicios, industriales y comerciales monopólicas, etc., o controlando el contrabando de cereales y alimentos u otras medidas que se podrían tomar y que redundarían en una cantidad de dólares acumulados mucho mayor a la que se pretende lograr cortando la venta a los pequeños ahorristas.
Pero eso sería disminuir las ganancias de los monopolios y sus entidades financieras.
En consecuencia, se tomó esta medida que cercena la compra de dólares a los pequeños ahorristas sin tocar las ganancias de los monopolios y sus entidades financieras, en todo caso, la medida contribuye a incrementarlas.
Mientras tanto, las cuevas financieras funcionan a full cobrando el dólar paralelo mucho más caro de lo que es la paridad cambiaria oficial. Los monopolios por su parte tienen garantizada la moneda verde y no tienen ninguna restricción, pues está en manos de ellos la existencia de dicha moneda y su circulación con lo que implica el control de los circuitos por los cuales fluye.
Con un discurso “nacionalista” se agita el fantasma de la fuga de capitales intentando crear la idea que si los capitales estuvieran en Argentina podrían utilizarse para beneficio del pueblo. Pero capitales en manos de los monopolios, son capitales fugados para el pueblo.
En manos de los monopolios, dentro o fuera del país, los capitales representan miseria para el pueblo pues nunca gozamos de la riqueza y cada vez es más grande la brecha entre ricos y pobres. En este mundo donde el mercado es mundial y único, el punto geográfico en donde se encuentran los capitales es efímero, pues circulan permanentemente buscando las mejores condiciones relativas para la mayor ganancia.
Mientras tanto, el pequeño ahorrista que podía comprar algún dólar como respaldo por lo que pudiera pasar para protegerse de la inflación, está siendo compulsado por el gobierno y por los bancos, a depositar el dinero en el plazo fijo. Hay una campaña orquestada desde el oficialismo y las entidades financieras para incentivar y extender la bancarización que es lo que el pequeño ahorrista no quiere.
De esta manera hay un acorralamiento y una sensación de indefensión del dinero ganado con el sudor de la frente que presagia mayor malestar, bronca e impotencia y el impulso a una lucha redoblada por mantener el poder adquisitivo de los ingresos provenientes del trabajo y los pequeños ahorros generados a pulmón.
La voracidad capitalista queda desenmascarada con esta medida. Se trata de expropiar aún más los flacos bolsillos del pueblo.
Como siempre, cuando se siente acorralada por la lucha de clases y las encerronas económicas que ese enfrentamiento político le genera, la oligarquía financiera y su gobierno toman medidas contra el bolsillo de la población para proteger sus niveles de ganancia.
Sin embargo, este escupitajo para arriba, va a significar un desgaste más en lo político. La cara falsamente dulce que la presidenta exhibía impúdica durante la campaña electoral, comienza a eclipsarse detrás de la tosca calavera que, en día de muertos, aparece como cotillón en las vidrieras de los negocios del mundo imperialista.
Mientras tanto como una letanía porfiada resuena en las mentes de la oligarquía financiera la siguiente idea recurrente: para sostener las ganancias hay que estar dispuesto a los costos políticos y a enfrentarse a la ira popular.
El enfrentamiento de clases no da respiro, la bronca se acrecienta, el fin de año que pisamos anuncia mayores y más extendidos conflictos.