Un grupo de pobladores de origen mapuche mantuvo ocupada, el jueves pasado, parte de la planta compresora de gas de la empresa Apache, en cercanías de la ciudad neuquina de Zapala, para denunciar que las perforaciones de la compañía estadounidense contaminan el agua de la zona donde habitan.
«Nos mantenemos firmes acá, la culpa es de la provincia (Neuquén) que entrega concesiones sin el aval de las comunidades que viven en la zona», sostuvo el werken (portavoz) del grupo mapuche, Martín Maliqueo, al diario argentino Río Negro.
Los monopolios no pueden llevar adelante sus negocios en paz, se enfrentan con el pueblo que se organiza y exige las condiciones de vida digna que necesitamos. La oligarquía financiera, a la hora de hacer negocios, no mide el nivel de explotación humano ni el impacto ambiental que provocan sus especuladoras actividades.
Los pueblos, asqueados de vivir las consecuencias de la explotación del sistema, ahora, además, salen a defender los recursos naturales a los que tanto están apuntando los monopolios, a quienes el gobierno se los está dejando servidos en bandeja, sin medir, obviamente, las consecuencias en la salud de los pueblos linderos ni el alto grado de contaminación presente y a futuro.
Infinidad de luchas, en todo el país, reclaman el cuidado de nuestro ambiente, de nuestros recursos naturales, pero no son luchas ambientalistas, son luchas políticas que atentan contra el poder que tienen lo monopolios sobre esos espacios que nos pertenecen a todos, colectivamente.
Así como las mineras, las gasíferas y las petroleras envenenan la tierra y el agua, el “modelo” productivo actual del país, basa su producción agropecuaria en agrotóxicos que, además de envenenar la tierra, enferma a las poblaciones enteras causando irreparables enfermedades, entre otras, el cáncer.
Ya no es sólo la soja, sino industrializar la producción de la mano de la biotecnología al servicio de la ganancia, con lo cual, acceder a alimentos orgánicos, en poco tiempo, será cosa de privilegiados.
La expansión de las fronteras agropecuarias también está poniendo en pie de lucha a todos los pueblos que viven en esas zonas desde hace miles de años y a toda la población en general.
Este sistema, nos consume en el amplio sentido: la vida, las horas de nuestras jornadas, las posibilidades de desarrollo y crecimiento, los recursos naturales, etc. El capitalismo es un sistema de destrucción.
La contracara de esta realidad, es el nivel de organización que genera en los trabajadores y en el pueblo enfrentando políticamente el saqueo, la concentración de las tierras, defendiendo la soberanía alimentaria, y arrancándoles a los monopolios lo que nos pertenece.