Los cientos de miles de argentinos que volvamos hoy a subirnos a un tren para ir a nuestro trabajo, correremos el mismo riesgo de vida que corrieron ayer los que viajaban en la formación del ferrocarril Sarmiento que colisionó en la estación Once.
En manos de un Estado al servicio de las grandes empresas, al que lo único que le importa es garantizarles sus ganancias, nada ha cambiado ni cambiará para evitar que esta tragedia ocurra nuevamente.
Así estamos viviendo, totalmente indefensos, inermes, librados a nuestra suerte y “a la buena de Dios”; lo que ha ocurrido es muy grave y el dolor y la bronca nos invade a todos, de punta a punta a todo nuestro pueblo.
En cada casa trabajadora se siente, se sabe, que cuando cada día salís a trabajar no sabés si vas a volver. Así de crudo, así de inhumano. Así vivimos.
En la perversidad de cómo “funciona” el sistema ferroviario se expresa la perversidad de todo este sistema, en donde los funcionarios responsables pretenden hacerse los distraídos, como si nada tuviesen que ver.
Y hasta tienen el tupé de dejar trascender que la responsabilidad pudo haber sido del motorman “porque frenó mal”, o de los pasajeros “porque se amontonan en los primeros vagones”… o que si pasaba el feriado “no hubiera sido tan grave”.
Un verdadero asco que nos repugna, pero que no hace más que confirmar la profunda inhumanidad que mueve todas las acciones y decisiones políticas desde el poder, en un país en donde el pueblo está a la deriva y en riesgo permanente.
La penosa situación a la que estamos expuestos viene siendo denunciada sistemáticamente por los trabajadores ferroviarios desde hace años. La respuesta de las empresas con el aval del Estado, es sancionarlos cada vez que se niegan a sacar las formaciones por problemas graves de seguridad.
No hay accidente ni muertes por accidente, cuando las mismas son evitables, anunciadas. Esta es la esencia de lo que nos está ocurriendo. Viajamos como animales, los trabajadores lo sabemos, lo padecemos cada día de nuestras vidas. Ellos también lo saben, pero no les importa; lo único que quieren es que lleguemos a trabajar como sea para continuar explotándonos y que sigamos reproduciendo sus ganancias. En la tragedia de ayer se evidencia el odio y el desprecio que la oligarquía financiera y su gobierno tienen contra el pueblo argentino.
¿Dónde están los millones que desde el Estado monopolista se les entregan de forma creciente año tras año a las empresas ferroviarias, sobre todo desde el pseudo gobierno “nacional y popular” de los K en adelante?
¿En los ferrocarriles en los que viajamos, que tienen 60 años de antigüedad? ¿En los sistemas de señales en las vías, que están próximos a cumplir 100 años? En el sistema ferroviario no se registra un solo peso de “inversión” en los últimos 20 años…
¿Es este el famoso subsidio al pasajero que tanto propagandiza el gobierno de los monopolios? La tragedia de Once demuestra (una vez más) que el Estado de los monopolios nunca subsidia al pueblo; ni en este caso, ni con la tarjeta SUBE, ni en el de los servicios de gas y electricidad, nunca.
A la indignidad de cómo tenemos que viajar para ganarnos la vida, se le suman las cada vez peores condiciones de trabajo y los bajos salarios, los niveles paupérrimos en los servicios de salud, y de educación para nuestros hijos; una inseguridad y un deterioro creciente en nuestras condiciones de vida.
La bronca y el dolor que todo esto nos genera deben transformarse en acción decidida en contra de los responsables de tantas angustias para los trabajadores y el pueblo.
La lucha por una vida digna debe ser el motor que alimente el porvenir que nos merecemos, en donde el bienestar del Hombre, las aspiraciones y objetivos de las grandes mayorías se pongan sobre todo y en primer plano, por sobre el mezquino interés de más ganancias para una minoría decadente y asesina.