Como siempre pasa en estos casos la burguesía intenta que nuestro pueblo discuta bajo el “temario” que ellos intentan imponer.
Adoptan posiciones extremas, o esto o lo otro para ocultar el verdadero sentido del debate.
Es muy curioso ver como el gerente de la multinacional Fiat se opone a las políticas de “cierre de importaciones” del gobierno y otras con el mismo o mayor peso hacen un silencio de ultratumba aprobando lo que ellos mismos deciden en sus oficinas del capital financiero.
Es que en realidad lo primero que hay que analizar es que en nuestro país un auto terminado cuenta con componentes de varios países del mundo, es decir que la plusvalía, lo que se le roba al obrero por el tiempo trabajado no retribuido es una cuestión globalizada, las gerencias de los monopolios de la industria automotriz tienen muy en claro cuales componentes conviene hacerlo en uno u otro punto del mundo evaluando fundamentalmente el salario que se le paga al trabajador y su productividad. Sin despreciar otros factores para la producción entre ellos los subsidios que esos Estados otorgan a las empresas para exprimir aún más la plusvalía o la capacidad de la clase obrera en cada país para una productividad necesaria que achique los costos de producción.
Todos mienten, la importación de productos fundamentales para que el capitalismo funcione se está haciendo como en los mejores tiempos, sino hay que preguntarles a la automotrices incluida la Fiat ¿el porqué aceleran constantemente los ritmos de producción? ¿Acaso faltan le componentes?
No hay una política de sustitución de importaciones, lo que hay es producir en el país en función de la plusvalía de los monopolios, la masa de capitales en disputa producto de ésta situación acelera las contradicciones intermonopólica en el mundo y en nuestro país.
El cierre de importaciones, si esto fuese de trascendencia para los intereses de nuestro pueblo, iría acompañado por un freno a la exportación de capitales, no se tomarían medidas como se tomaron desde el Banco Central para legalizar la fuga de capitales y definir el nuevo papel que le toca jugar.
La cada vez mayor centralización de las políticas globales de los monopolios impone a los Estados las condiciones en las que se va a producir y esa disputa nada tiene que ver con el desarrollo de un país.
Son políticas en donde los monopolios juegan el papel de Estado “Nacional” y tienden a concentrar todo ese poderío planetariamente, fundamentalmente en el ámbito industrial y especulativo.
Cuando un Rattazzi, gerente de la Fiat Argentina, pone el grito en el cielo contra las políticas gubernamentales, en realidad está pegándole el grito a otros monopolios de la talla de Ford, General Motors o VW que ocupan puestos de privilegio en el actual gabinete “nacional”, la lucha feroz de los monopolios en nuestro territorio es una de las avanzadas de las disputas en el gran proceso de concentración internacional.
Hay Estados que protestan por las “barreras aduaneras” y hay Estados que hacen la vista gorda a éstas mismas medidas, pero recordemos que en esos Estados también está la misma puja y lo que se expresa en oposición u aprobación es según el peso que tengan en las decisiones políticas de cada Estado. Son momentos de grandes cambios y transiciones, Los Estados ya no son tan “Estados” como los concebíamos hasta hace muy poco y los monopolios ya no son los monopolios asentados solo en algunos Estados. Es una época en que los monopolios intentarán ir por todo, transparentando y legalizando su apoderamiento de los Estados Nacionales como los concebíamos.
Hay ciertas autopartes que hay que producirlas en el país y otras no, y esto sucede con otros sectores claves de la economía, es un proceso de concentración económica mundial, guerras abiertas entre monopolios y Estados a su servicio, una guerra en donde hay ganadores y perdedores planetariamente, lo que pasa en nuestro país es reflejo de esa feroz disputa. Ésta decisión no la toma el gobierno aisladamente, la toma la gerencia de esas empresas directamente desde la centralización que han adquirido y su “incidencia” en el parlamento y gabinete ministerial.
Se importa lo que hay que importar y allí no hay miramientos. No se importa cuando ello genera que una gran masa de capitales se desvíe para otros menesteres que nada tienen que ver con el sector dominante de hoy y menos aún con las necesidades de nuestro pueblo.
A la hora de ejecutar estas políticas sobre importaciones se producen lo que ellos llaman “desprolijidades” y nosotros llamamos debilidad política para ejecutarlas en una anarquía global del capitalismo.
En este contexto internacional hablar de “cierre de importaciones”, “de sustitución de las mismas “es una infantilidad en el mejor de los casos o es una vuelta de tuerca a la política de “engaño” que ha caracterizado a este sector de la burguesía.
La clase obrera argentina que con sus luchas económicas y políticas azuza todas las contradicciones por arriba. El estado general de movilización y de protesta por los bajos salarios, las condiciones de trabajo y un sinnúmero de reivindicaciones no los deja acomodar para gobernar, los mantiene en un momento de vacilaciones y dudas permanentes.
El engaño termina con el recibo de sueldo y el permanente deterioro para comprar las cosas elementales en la vida. Una concentración política como la que pretenden no terminará de consolidarse en condiciones políticas en que la clase obrera y el pueblo no dan respiro y preparan sus fuerzas para enfrentamientos clasistas de mayor calibre.
La traba a las importaciones se aplica para el acaparamiento de masa de capitales que necesitan los monopolios en el poder y para la destrucción de fuerzas productivas que requiere el proceso de concentración y centralización capitalista que ha cobrado gran virulencia en estos últimos tiempos. Y esto se hace al tiempo que se importa lo que hay que importar y allí no hay miramientos. Estas decisiones profundizan la entrega de las riquezas, recursos y esfuerzo de todo el país a la burguesía monopolista, y nada tienen que ver con las necesidades de nuestro pueblo a quien se niegan los recursos producidos con su esfuerzo, que el Estado recauda al tiempo que se repite el discurso de la defensa del interés nacional.