Las noticias de esta mañana anunciaban importantes demoras en el servicio del Ferrocarril Sarmiento. Hace unos días nos anoticiábamos de un descarrilamiento en el Ferrocarril San Martín, afortunadamente sin víctimas.
Esta es la realidad que se vive pasados más de dos meses de la tragedia de Once, en la que el pueblo trabajador pagó con 51 muertos. Hoy es noticia, pero desde aquel 22 de febrero en adelante, el servicio siguió funcionando como se pudo; con solo unas pocas formaciones, porque las restantes ya no podían ponerse a funcionar, dado el abandono y las fallas por la falta de mantenimiento básico; con un servicio que, en horas pico, manda un tren cada 25 minutos, haciendo que se viaje peor que antes; con denuncias de los trabajadores acerca de que la intervención no dio soluciones para garantizar un servicio seguro.
En una palabra, la confirmación total de la responsabilidad del Estado, el gobierno, los funcionarios y la empresa en la tragedia.
Los usuarios del Sarmiento, como los de las demás líneas ferroviarias, como los del transporte público en general, seguimos viajando cada día un poco peor que antes. Los 51 muertos no le han movido un pelo a la burguesía en el poder, tan pendiente solo de ocuparse de los negocios que le garanticen ganancias rápidas.
Lo que se confirma es que en medio de la euforia estatizadota estatal, anuncios de tal o cual medida por cadena nacional, actos y más actos tratando de demostrar ser el más fuerte entre todos los débiles, la vida cotidiana del pueblo trabajador no cuenta para los gobernantes, sean oficialistas u opositores. Es un sistema tan podrido que vive comiéndose la cola y cree que así se alimenta.
La vida cotidiana, la vida de todos los días, no tiene nada que ver con la algarabía de los de arriba. Viajar, trabajar, comer, vestir, educar, curar, cuidar son verbos que para ellos significan una cosa dentro de la campana de cristal en la que viven, pero otra muy distinta significan para los millones de argentinos que salimos todas las mañanas a pelear nuestro sustento, con el sacrificio que ello implica.
Esta vida es la que hay que cambiar. Esta vida es la que estamos cambiando todos los días en las miles y miles de luchas que abarcan todo el territorio, desde las más pequeñas a las más grandes. El camino de la revolución se está construyendo porque la voluntad del pueblo argentino es indomable y sus aspiraciones y dignidad nada tienen que ver con lo que la burguesía ofrece. Allí está el presente y el futuro del pueblo trabajador y no en las “contiendas” políticas de los de arriba.