El sindicalismo empresarial aparece nuevamente en la escenografía mediática de la burguesía, en medio de una feroz disputa entre ellos por ver quién se queda con la mejor parte de la torta. Los negocios son los negocios…
Todo esto se da en el marco de las “peleas” por arriba a la hora de “discutir” sobre el nombre del “nuevo” jefe de la CGT.
Si el camionero Hugo Moyano o si el metalúrgico Antonio Caló, pareciera ser EL TEMA que ocupa “a los trabajadores” y su “principal objetivo”. La hipotética divisoria de aguas se presenta anclada en el tema de que si la CGT debe seguir “acompañando” o no al Gobierno.
A la hora de la verdad, todo esto no hace más que hundirlos aún más en el desprecio y desconocimiento que millones de trabajadores propinan a las cúpulas sindicales.
Desprestigio total que no puede ser revertido por más que ahora salgan con un caballito de batalla que nadie cree, argumentando que “esta será la primera vez en la historia que se va a disputar una conducción de la CGT con el voto secreto y directo de los delegados de cada organización”, como si ello en este contexto fuese garantía de algo.
La realidad por abajo marca un clima y un escenario muy diferente.
Durante los últimos meses y en particular en las últimas semanas, los trabajadores de todo el país venimos sosteniendo luchas por las más variadas reivindicaciones.
Se plantean aumentos de salarios, nos plantamos frente a los despidos, luchamos por la efectivización de miles y miles de contratados, en contra del impuesto a la ganancia al salario, por la reducción de los ritmos de trabajo, por recategorización; así como por la implementación de medidas de seguridad y protección contra los accidentes en cada ámbito laboral o por alimentos dignas en los comedores.
Todos estos reclamos expresan lo mismo y son diferentes maneras de plantear que estamos hartos de tanta explotación, que así no podemos seguir viviendo.
Ninguno de estos y otros problemas esenciales ocupa “la agenda” de las discusiones en las cúpulas sindicales. Y no podría ser de otra manera, ya que las mismas están –justamente- para garantizar los intereses de las empresas en cada lugar de trabajo. Por eso, además de nuestros reclamos y objetivos, nos une la lucha sin la tutela de los sindicalistas traidores y patronales, promovidos y amparados bajo el ala de un Estado al servicio de los monopolios. El mismo que aparentemente por arriba es motivo de “disputa”, en cuanto a si se lo “apoya o no”. Como puede verse, todo chamuyo, toda cáscara que se cae rápidamente, con un objetivo prioritario: contener y desviar las luchas que están surgiendo con potencia desde abajo, y retrasar lo más posible la organización independientemente de los trabajadores por fuera de la tutela de la burguesía.
La paz social que ellos necesitan para aplicar sus planes y negocios, el silencio que quieren imponernos con su extorsión y sus aprietes, se desmorona con la acción concreta de un movimiento obrero revolucionario que comienza por abajo, a desplegar su potencial, desenmascarando a estas lacras y poniéndose objetivos políticos cada vez más profundos, ligados a nuestros intereses de clase y a las necesidades de todo el pueblo.
Poniendo al Hombre en el centro de las preocupaciones y no al capital y la ganancia, estamos profundizando una lucha que es clase contra clase; cuando ellos pretenden imponernos la miseria y el sufrimiento -para continuar enriqueciéndose- y nosotros, queremos gozar de las riquezas que estamos produciendo con nuestro trabajo.
Estos son, los verdaderos objetivos de los que trabajamos.