La acción autoconvocada socava la dominación monopolista

(Artículo publicado en la edición de El Combatiente Nº933, correspondiente al viernes 27 de Julio de 2012)

«Decíamos en el Análisis Político en el número pasado que era fundamental definir con precisión la época que estamos viviendo, qué situación concreta estamos transitando.

Para profundizar en este sentido, sintetizaremos primero el análisis anterior.

1º- La crisis de los monopolios. Una crisis fundamentalmente política, una crisis de dominación profundizada por el estado insurreccional de masas a nivel mundial, que le impide imponer, ya sea a través del engaño o de la violencia, sus nefastos planes, obligándolos a permanentes marchas y contramarchas.

2º- La rebelión obrera y popular. Una disposición a la acción masiva y directa, un protagonismo colectivo que desafía los marcos del control social, del parlamentarismo, de las negociaciones espurias, con auténticos ejercicios de poder.

Definimos que la clase obrera argentina, por el nivel de experiencia en la lucha y por la consolidación de organizaciones independientes de base está jugando un papel de vanguardia en la lucha de clases mundial, afianzando los caminos de la unidad entre los trabajadores y de estos con el pueblo.

Es este el aspecto que queremos profundizar porque es la punta de la cadena para ponerle nombre y apellido a la situación actual

 UN SALTO EN LA LUCHA DE CLASES

 ¿Qué singularidades tienen el accionar de los trabajadores que los distingue de las luchas obreras anteriores? ¿Qué rasgos presentan sus manifestaciones?

El primer elemento que salta a la vista es su desconfianza. A la ya tradicional desconfianza a las mentiras y lamentos de las empresas y al estado “árbitro” en las disputas del capital-trabajo se le ha sumado una franca desconfianza a las gremios, confederaciones y a toda la camarilla sindical, visualizada como socios abiertos de las patronales.

En contraposición, el segundo elemento es la confianza. Confianza en las propias fuerzas, confianza en que con disciplina se pudo arrancarle las conquistas a empresas, Estado y sindicatos.

El tercer elemento es la base de esa confianza. La convicción que era posible las conquistas por la debilidad política de esa santa alianza, por sus contradicciones y vacilaciones.

El cuarto elemento es la forma de cimentar esa confianza. La consolidación de organizaciones independientes rompió el cerco de las demandas económicas tuteladas por el orden institucional, y con la metodología de la autoconvocatoria, los conflictos toman contenido político, ganan las calles, derriban el aislamiento, toman estado público y permiten avanzar en la unidad.

Estos cuatro elementos, la desconfianza a las telarañas de la institucionalidad, la confianza en las propias fuerzas, la determinación de cómo y cuándo golpear y la elección del terreno donde se libran las luchas son los rasgos más salientes del accionar de los trabajadores que dialécticamente, son ejecutados y profundizado por todo el pueblo.

EN LAS PUERTAS DE UNA SITUACIÓN REVOLUCIONARIA

 Cuando los de arriba ya no pueden gobernar como antes, porque los de abajo no están dispuestos a soportar esa situación, y las acciones de masas se extienden y masifican, estamos en las puertas de una situación revolucionaria.

Debemos ser muy claros y objetivos: cuando definimos situación revolucionaria no estamos diciendo ni que la revolución está a la vuelta de la esquina ni que está predeterminado que la situación desemboque por sí misma en una revolución.

Estamos diciendo que se ha abierto una brecha, que se ha movido el piso de la lucha de clases.

Los cuatro elementos que caracterizan la lucha obrera y popular fomentan el surgimiento de una nueva vanguardia, una vanguardia ávida de nuevos horizontes, de objetivos superiores a la hora de la lucha, que no se conforma con migajas y maquillajes, y persigue cambios verdaderos.

Esos cuatro elementos no son absolutamente novedosos. Han estado presentes en cada levantamiento obrero y popular a lo largo de nuestra historia, pero adquieren hoy una calidad superior, fundamentalmente porque superior es la dominación monopólica, no hay ni el más mínimo espacio para salir de su influjo, ni para plantear terceras posiciones.

La misma concentración monopolista empuja al conjunto del pueblo a la lucha en defensa de sus intereses y condiciones de vida, forjando en los hechos una unidad material y objetiva entre los trabajadores y el pueblo.

Esta vanguardia entonces está en condiciones de ponerse al frente no solo de la propia clase obrera. Está en condiciones de aglutinar políticamente a todas las fuerzas populares enfrentadas a la dictadura de los monopolios.

Este es el carácter más sustancial del momento político que estamos transitando:

La consolidación de una vanguardia obrera en el medio de un movimiento de masas dispuesto a la acción contra los abusos y privilegios de una minoría explotadora y opresora. Que este camino se profundice, que se funda en un solo puño toda la potencia transformadora es hoy la gran tarea que tenemos por delante.

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