El impuesto al trabajo como forma de dominación

En épocas del feudalismo, cuando no existían los obreros como clase, y el antagonismo entre las clases se materializaba entre siervos y señores feudales, el sistema de dominación, salvando las distancias, se sostenía bajo la misma condición fundamental, al igual que la de hoy, que es la de una clase opresora que vive a costa del trabajo de la otra clase oprimida.

Durante aquellos años, los siervos y campesinos tenían que entregar a la nobleza y a la iglesia la mayor parte de la cosecha trabajada en forma de impuestos, que eran cobrados de forma impune y tajante.  De esta manera existían varias formas de cobro de impuestos que se les imponía a los vasallos en nombre de la reserva señorial de reyes y cleros. Entre ellas existía la corvea y la serna, entre otras que obligaban a los campesinos a entregar el total o la mayor parte de la producción a los señores feudales, o el diezmo a la iglesia.

Esta forma de impuesto tenía como objetivo, no sólo acrecentar sus ganancias, si no la de garantizar que el siervo, siga siendo siervo para toda su vida. Por lo tanto se imponían la llamada Encomienda o el Patrocinio, que pactaba que el señor feudal permitía al campesino trabajar la tierra a cambio de quedarse con la mayor parte y darle una supuesta protección contra “ataques externos”, convirtiéndolo así, en su siervo.

Al igual que en el pasado, el cobro de impuestos en forma arbitraria a la población trabajadora, para el beneficio de los opresores, que en este caso es la burguesía, sigue manteniendo intacta la misma esencia. Así nos cobran un impuesto al valor agregado (I.V.A.) por cada cosa que compramos para subsistir, impuestos en servicios públicos (gas, agua, electricidad, transporte, impuesto a la vivienda, etc.). Más la interminable lista de descuentos que figuran en nuestros recibos de sueldo, donde nadie saben a dónde van a parar. Y como broche de oro el impuesto al salario, que se podría decir que, así como a los campesinos se les cobraba impuestos para que puedan trabajar la tierra, a los trabajadores nos cobran un impuesto por trabajar y poder mantener a nuestras familias.

Hoy, paradójicamente, nos muestran la crueldad y perversidad contra la humanidad en la historia, como una situación superada, justamente para ocultar la misma esencia de perversión que se da en esta época de la historia. En aquellos cientos de años pasados, el impuesto no tenía justificación alguna, pero se imponía por ordeno y mando. Esa forma de gobierno, que luego inevitablemente produjo las grandes rebeliones contra todo lo establecido hasta la destrucción del feudalismo como sistema, dio paso a una nueva forma de opresión que es el capitalismo.

Si bien la esencia del antagonismo de clases entre opresores y oprimidos es la misma, la posibilidad material de lograr el desarrollo de la humanidad en todas sus dimensiones, hoy,  está dada por la existencia de la clase obrera en un nivel de desarrollo de socialización de la producción muy superior a otros tiempos. Condición objetiva y material para dirigir a todo el pueblo, en el inevitable enfrentamiento contra su clase opresora, la burguesía, y la concreción de un nuevo sistema, el socialista, que tenga como eje principal al ser humano y no a la ganancia y que, además, abra las puertas a una nueva sociedad sin clases.

Compartí este artículo