La desconfianza a las políticas de la burguesía crece al ritmo de la producción socializada y de la lucha de clases

La naturaleza competitiva y anárquica de la oligarquía financiera mundial determinada por el sistema capitalista que sostiene, ha llevado, no obstante, a la producción industrial, a niveles muy altos de socialización.

La desenfrenada guerra intermonopolista por los mercados mundiales y la permanente necesidad de las burguesías en el mundo de obtener más rédito a partir de la extracción de mayor masa de plusvalía a los trabajadores, los ha llevado a la permanente incorporación de  tecnología y a la flexibilización del trabajo para reducir el plantel de trabajadores. Con este objetivo,  se le incorpora al obrero cada vez más responsabilidades y más conocimientos para llevar adelante la producción. En forma creciente, la clase obrera desarrolla su labor productiva con métodos de trabajo más socializados.  El protagonismo que va adquiriendo el obrero en todos los niveles productivos es muy alto a partir del desarrollo del trabajo en equipo. La burguesía, contradictoriamente, pone en manos de la clase obrera las herramientas necesarias para la producción, la administración, el balance y la toma de decisiones en la resolución de los problemas dentro de la fábrica, aunque se la niegue en el marco de la producción global y en el ámbito de la cosa pública.

Ese alto grado de socialización de la producción, coloca al obrero en una permanente práctica social, donde indefectiblemente, esa misma práctica se traslada a la  lucha de clases. Es aquí mismo donde nace de forma intrínseca, la autoconvocatoria en la lucha, donde así como los trabajadores tienen un fuerte protagonismo en la toma de decisiones de la producción, también pretenden tener el mismo protagonismo en su lucha por los reclamos y por una vida digna.

Es por eso que las viejas prácticas de la burocracia sindical, cada vez están más y más cuestionadas en las fábricas y centros de trabajo. Si bien es cierto que  aún existe en gran medida la práctica sindical verticalista y burocrática, la clase obrera, de manera revolucionaria, va haciendo experiencia en las nuevas formas de organización desde las bases, ejerciendo la democracia directa y protagonismo en la toma de decisiones.

La vieja idea del “confíen en nosotros que se lo vamos a resolver”, de la vieja práctica sindical, ya no sólo que no es creíble si no que, a partir de una gran desconfianza, surge el cuestionamiento  a todo tipo de práctica sindical que no permita la participación y el protagonismo de los trabajadores en la toma de decisiones en asambleas democráticas y soberanas.

Las aspiraciones de la clase obrera y el pueblo de ejercer un mayor protagonismo democrático se contrapone rotundamente a las metodologías de dominación del capitalismo monopolista de Estado. Todo está cuestionado de abajo hacia arriba y tanto los sindicatos empresariales, como las diferentes instituciones del Estado,  ya no pueden frenar la avanzada de las masas que viene creciendo al calor de lucha.

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