El Chaco está una vez más en todos los medios de prensa. La tapa de todos los diarios, en las radios y en los canales de televisión, los portales de internet muestran otra faceta de la crisis que atraviesa nuestra provincia y el país. Somos noticia por el desastre de los que dominan y no por los logros del pueblo.
El día de ayer debía haberse jugado el partido de fútbol más importante de los últimos tiempos para los chaqueños: la selección argentina enfrentaría a la brasileña. Un montón de títulos y de historia junta en el campo de juego. Pero lo deportivo, la emoción, el espectáculo, pasaron a segundo plano. El resultado fue un descalabro que muestra las deficiencias del estado de cosas en el que estamos en la provincia y el país, en el fútbol y en todos los planos de la vida. Otra vez, quedamos a merced de los grandes intereses económicos que sólo se preocupan por sus negocios.
Para ellos, esto distaba de ser un “partido amistoso”. Se mezclaron lo más granado de los intereses antipopulares: los funcionarios políticos, con el gobernador Capitanich a la cabeza; los responsables de la AFA (gerentes encargados de los negocios de los grandes clubes del país); y las grandes empresas vinculadas al espectáculo futbolístico (con la televisión a la cabeza). Cada uno se preocupó de sacar el mejor provecho de la oportunidad de tener 20.000 personas en el estadio y una transmisión que se vería en toda la Argentina y en 90 países más. Y actuaron con coherencia. Ahorraron un peso aquí y otro allí, donde se pudiera, para que los costos fueran los menores y las ganancias crecieran. Unos hicieron a medias y otros controlaron a medias, y el resultado fue que todo se vino abajo.
El corte de luz en la mitad de las torres de iluminación fue sólo la frutilla del postre. Las entradas fueron vendidas a un precio superior a los partidos de las eliminatorias, entre $120 y $350, en una provincia con un sueldo promedio de $1500 – $1800. Dispusieron un despliegue de cientos de policías con un vallado que impactó en una área que se extendía a 4 cuadras alrededor de la cancha. Pero el ingreso a la cancha fue un verdadero desastre, con largas colas, apretujones, señales poco claras y, como siempre, el maltrato de la policía, que poco ayudaba para solucionar los inconvenientes. Una vez adentro, después de producido el incidente eléctrico, todo fueron mentiras. Usaron los parlantes para indicar que el problema se estaba atendiendo, que el partido no se suspendía, que ya comenzaría. Los jugadores se retiraron a los vestuarios y una hora más tarde del horario de comienzo, la prensa comunicó que no iba a haber partido.
Los organizadores sólo piensan en dinero, y por eso todo salió mal. Llegaron a plantear que la culpa de todo era de un trabajador, el chofer del colectivo de la delegación visitante. Nunca se hicieron cargo. Y ahora quieren arreglar su papelón con más plata, asegurando que devolverán el precio de las entradas. Nada dicen de la decepción que produjeron en una parte importante de nuestro pueblo, que buscaba en este partido un momento de alivio y alegría en este tiempo de miseria y dolores.
Muchos se sorprendieron de la pasividad y la tranquilidad con que enfrentamos esta nueva frustración a la que nos sometieron. Pero deben saber que el vaso se está llenando. Por abajo está todo claro, todos sabemos quienes son los responsables verdaderos de esta situación. Nos vamos encontrando, superamos las diferencias y el aislamiento, sumamos fuerzas. La organización de los trabajadores y el pueblo que cada vez es mayor, es la verdadera solución. En el deporte y en la vida toda. Pondremos por delante los intereses y las necesidades de las mayorías y no las ganancias de unos pocos.