La situación de confrontación y lucha que recorre a la clase obrera y al pueblo argentino expresa de mil maneras diferentes que no se quiere continuar viviendo como hasta ahora. En cada mesa familiar, barrio, lugar de trabajo o de encuentro, se están debatiendo los problemas cotidianos que surcan nuestras vidas, el agobio al que nos somete este sistema, que lejos de encontrar una solución, continúa agravándose con la aplicación de los planes de la burguesía monopolista y sus gobiernos.
Desde ellos, todo es oscuridad, indignidad, un presente deplorable y la ausencia total de perspectivas y de futuro. Lo único que se muestra con otro idioma totalmente diferente, nuevo, renovador, es la experiencia acumulada de nuestro pueblo, que se enriquece en cada paso con la acción protagonizada por las masas; cuando el reclamo está plantado desde la contundencia y la masividad se convierte en un patrimonio con sello propio, que excede inclusive a los propios protagonistas, pasando a convertirse en un nuevo caudal de ese torrente que va creciendo de forma incesante y que se destaca por sus nuevas formas y nuevas cualidades.
En todo ese movimiento que avanza, es lógico que surjan interrogantes que a la vez se transforman en nuevos desafíos, porque el mismo está anclado en la disposición del pueblo argentino a intervenir decididamente en los problemas del país, crece la decisión de tomar las resoluciones en nuestras propias manos. Es este el escalón en el que se encuentra la lucha de clases, el telón de fondo de la confrontación política. Poner manos a la obra para transformar toda esa experiencia y disposición en una fuerza material y concreta capaz de avanzar en una salida revolucionaria en nuestro país, es el verdadero reto que tenemos por delante.
Puede pensarse que hay que “salir a inventar algo”. Sin embargo, en esa lucha cotidiana que lleva adelante la clase obrara junto al movimiento de masas, basada en el protagonismo colectivo, directo, en un profundo sentido unitario y en una confianza total en la capacidad de sus propias fuerzas, se van generando las nuevas formas de organización política. Ese es un capital fenomenal en manos de nuestra clase, y su valor, viene siendo comprobado a diario con diversos ejemplos que lo revitalizan. Los embriones del futuro poder revolucionario se recrean y se fortalecen.
Pero creer que con esto es suficiente y que, por su propio peso, nos llevará sin escalas a la Revolución, sería un verdadero error. La organización de las fuerzas revolucionarias no es un asunto que pueda quedar librado “al azar”, “al devenir de los sucesos”, o “a lo que vendrá”.
La construcción y el fortalecimiento del Movimiento Revolucionario y del Partido Revolucionario, en la actual situación política, se ha transformado en un tema central, que excede incluso los marcos de nuestra propia organización. Es un problema de la Revolución, es un problema político que acelera o retrasa la acción del pueblo en busca de una salida a tantos padecimientos.
Es imprescindible abordar este debate en el seno del pueblo con total franqueza y amplitud, ajenos a cualquier tipo de subestimación a las masas populares, porque “nuestra escuela” es la lucha permanente que libramos en defensa de nuestros derechos, enfrentando la dominación monopolista. No sólo no falta, sino que sobra cuerda para este desafío.
Transitamos una etapa extraordinariamente rica, en donde se va formando una nueva camada de revolucionarios en el corazón del pueblo argentino, con el nacimiento a la vida política de un nuevo proletariado, que posee toda la experiencia histórica de nuestra clase obrera, a la que se le incorpora su práctica y organización del presente.
Que toda esa fuerza acumulada ruede con total libertad, profundizando sus expresiones de lucha, su acción política y su protagonismo, es la gran tarea que los revolucionarios tenemos en este momento.