Cada nuevo conflicto proletario viene señalando la profundización del camino de lucha elegido por el conjunto del pueblo argentino, la profundización de la lucha de clases.
La acción autoconvocada, al instalar el escenario de las luchas por fuera de los marcos institucionales monopolistas, al romper las reglas de la delegación y las negociaciones espurias, las reglas de la traición, corrupción, y la entrega, ha abierto profundas grietas a la dominación ideológica de los monopolios.
La autoconvocatoria de masas hace tiempo que dejó la improvisación y el espontaneísmo de sus inicios. El ejercicio de esta forma de lucha fue cimentando un auténtico protagonismo de masas, y al calor de esta experiencia se fueron puliendo y aceitando la soberanía, el poder de decisión y la convicción de las masas populares.
La intervención decidida y contundente de la clase obrera ha marcado una nueva calidad al desarrollo de la lucha autoconvocada, al enfrentar física y materialmente al verdadero responsable de todas nuestras calamidades y padecimientos, al golpear al corazón de los planes e interés del poder dominante, la burguesía monopolista.
Cada nuevo conflicto proletario pone más al desnudo la putrefacción de un orden sometido a la voluntad de los monopolios, un orden sostenido con un único fin: superexplotar a los trabajadores y oprimir a las masas populares, para que los beneficios del trabajo y del esfuerzo de todo un pueblo terminen abultando los bolsillos de un puñado de parásitos que viven en el lujo y la opulencia.
LA RESPONSABILIDAD EN NUESTRAS MANOS
Por eso sostenemos que la unidad y la lucha no son el techo de la confrontación de clases, no son los objetivos que nos debemos plantear.
La unidad y la lucha son el piso del momento político que estamos transitando, son los atributos que aparecen con cada nueva expresión de nuestro pueblo.
La disposición a defender nuestros derechos, a mejorar nuestras condiciones de trabajo y de vida, a pelear por nuestra dignidad pisoteada y bastardeada pone un sello ofensivo al accionar popular.
Cada nueva experiencia robustece la confianza en nuestras propias fuerzas, y los ejercicios de poder signan toda esta etapa de la lucha de clases.
Es desde este presente que los revolucionarios vislumbramos el futuro y las tareas que se corresponden con esas aspiraciones.
La necesidad imperiosa de conquistar un porvenir de dignidad, de humanidad, que deje atrás los oprobios, la miseria y el sometimiento anidan y crecen en el corazón y en el pensamiento de los trabajadores y el pueblo.
La esperanza de un cambio auténtico de una sociedad sin explotadores ni explotados debe ser la llama que guie todo nuestro accionar.
La alternativa política de los trabajadores y el pueblo, la motorización de un movimiento obrero revolucionario que unifique toda la potencia transformadora de nuestro pueblo precisa no sólo orientaciones claras y definidas sobre qué hacer. Se afirma y materializa sobre todo cuando son claros y definido los objetivos a alcanzar, su razón de ser.
El odio a la sumisión a la dictadura de los monopolios, el odio a la brutalidad, la explotación y la descomposición social que caracteriza a la sociedad burguesa, debe convertirse en fuerza transformadora, constructora del porvenir.
Organizar la conciencia revolucionaria de las masas para que vuelva a la acción en marco distinto, de neto enfrentamiento político, es el telón de fondo de los tiempos por venir.
La pelota está rodando y saber dirigir las jugadas para que cada avance se convierta en paso más hacía la victoria, hacía el triunfo definitivo de nuestros sueños y aspiraciones, es la inmensa tarea que tenemos por delante.