Ya quedan pocos desprevenidos que no sepan, por haberlo sufrido en su “cuero”, que las miserias y calamidades que sufre el pueblo trabajador son consecuencia de que en el capitalismo la burguesía se apropia del trabajo ajeno y de todos los recursos naturales de nuestra patria.
Pero no sólo son apropiadores de nuestro trabajo y esfuerzo cotidiano. También se apropian de nuestra historia y nuestras grandes gestas populares que han producido trascendentales cambios políticos.
A lo largo de nuestra historia la burguesía, desde el poder, ha logrado apoderarse para sí, los grandes hechos políticos generados por los trabajadores y nuestro pueblo.
La historia oficial cuenta que son sus hombres y sus instituciones – partidos políticos – los responsables de dichos cambios.
Es así que encontramos que tal conquista para los trabajadores fue gracias a fulano, que la democracia fue reconquistada gracias al partido tal, que el aumento a los jubilado fue gracias a mengano y así todo el cuentito de la historia.
En pocas palabras, desde mediados de los 70, “todo bien, sin sobresaltos” para la burguesía, más que alguna que otra “contingencia” producto de las embestidas de los de “abajo”.
Pero su infortunio comenzó hace una década y media cuando las clases populares parieron la autoconvocatoria con su democracia directa como negación del podrido parlamentarismo burgués.
Desde entonce, miles de experiencias autoconvocados a lo largo y ancho del país han instalado este embrión de poder en la escena política, el espíritu de cambio de nuestro pueblo se va apoderando de las calles, los lugares de trabajo, de estudio, convirtiéndose en la única y legítima forma para el pueblo de luchar contra el estado de los monopolios y sus gobiernos.
La burguesía y los que dicen no ser tanto, que primero subestimaron la autoconvocatoria para luego entrar en pánico frente a ella, han enfocado toda su artillería política mediática y han lanzado las corrientes seudo revolucionarias contra la autoconvocatoria, pretendiendo instalar el virus de la división con el fin de destruir lo que, con toda razón, ellos consideran el enemigo jurado de su dominación.
Políticos burgueses, sindicalistas, pretendidos seudo dirigentes y demás yerbas, pretenden montarse, adueñarse de este movimiento.
Pero la autoconvocatoria cuenta con un arma infalible, la democracia directa y la acción en unidad, que se convierte en un muro de defensa contra estas ya perimidas lacras de capitalismo.
La autoconvocatoria es la historia recuperada para el pueblo que, construyendo cotidianamente el nuevo presente y el futuro, se irá institucionalizando y, pese a quien le pese, será el sepulturero del régimen de dominación.