¡Qué evidente se hace por estos días que no se puede tapar el sol con un dedo! Y no lo decimos por las agobiantes temperaturas que golpean cada jornada diaria y laboral, sino por la enorme evidencia de lo mal que estamos viviendo. Por más denodado esfuerzo que se intente, la burguesía monopolista en el gobierno no puede esconder esta situación; por acción o por omisión, una tras otra de sus “intervenciones” no hacen más que desnudar su crisis.
Pero guarda, que el momento que vivimos es diferente en relación a lo que pasa por abajo: el dolor frente a la indignidad a la que nos condenan no es solamente una queja o un lamento, es un dedo acusador a los responsables de tantos padecimientos, a los que se apropian de nuestro trabajo, a los que saquean nuestras riquezas, a las empresas monopolistas y a todas las instituciones del Estado que están subordinadas a ellas.
No hay desánimo, hay bronca, hay indignación. Y hay un sinnúmero de experiencias que ya buscan una salida concreta por fuera de la “institucionalidad” establecida, una salida con decisiones directas de los trabajadores y el pueblo.
El resquebrajamiento del que hablamos entre la clase dominante, y la clase obrera y el pueblo, se hace cada vez mas marcado, es inevitable chocar, porque sus planes son abiertamente contrarios a las aspiraciones de un movimiento de masas en ascenso, que ya no compra buzones ni se come los chamuyos del poder.
Hay que profundizar la confrontación y no darles respiro. En este contexto y como ya lo venimos señalando, la lucha por un aumento salarial del 40% y un salario básico de 7000 pesos, pasan a ser un eje central de la lucha política; atado por supuesto a todas las mejoras necesarias en las condiciones de trabajo y de vida.
No es casual que frente a esto, TODOS los gremios, pertenezcan al sector que sea, están tratando de oficiar de bomberos tratando de apagar un incendio que se les viene encima.
El estado de bronca es muy marcado y ellos lo saben, como saben también que los planes de producción que ya tienen en marcha no admiten ni una sola hora de paro. Ellos saben que cualquier chispa puede encender la mecha, lo peor que les puede pasar como clase en este momento es que crezca el conflicto con los trabajadores. Como tantas veces lo hemos señalado, aunque a veces parece “que no pasa nada”, cuando se mueve aunque sea un poquito el avispero, por abajo pasa de todo. Y somos los trabajadores los que debemos cubrirnos las espaldas, nadie va a venir ha hacerlo por nosotros. Nos respaldamos nosotros.
Este escenario de la lucha de clases les duele, porque es un nuevo escalón en el terreno de la lucha política, que deteriora aún más la dominación de la burguesía. La expresa debilidad política del gobierno (y de las “oposiciones”) y la propia crisis, pone a la oligarquía financiera y a sus instituciones en el centro del huracán, como responsables directos de todos los males que aquejan a nuestra clase obrera y a nuestro pueblo.
Contamos con las fuerzas de toda una clase, de todo un pueblo que erosiona, diezma y deteriora el poder de la burguesía; la lucha de todo el pueblo es parte de una sola lucha, la lucha de clases, y esto es lo que obliga a los revolucionarios y a la vanguardia obrera y popular, a elevar la mirada.
Trabajemos en profundidad para consolidar el proyecto revolucionario, adecuemos las formas organizativas a partir de la unidad política, capaz de ser la dirección y la bandera de millones de compatriotas, para terminar con el desamparo en donde nos han sumergido el poder monopólico y su sistema capitalista.