A partir de hoy, el salario mínimo es de $2.875

Así quedó establecido en el último encuentro del Consejo del Salario Mínimo –conformado por entidades empresarias, sindicales y el Ministerio de Trabajo- el 28 de agosto de 2012.

Esta es una afrenta al trabajador asalariado.

¿Qué podemos denunciar que supere el dolor que significa una paga miserable? ¿Cómo podemos describir la crueldad de  trabajar y vivir por migajas?

Nos empujan a la lucha. Nos recorre un sentimiento de furia, de bronca y dolor y que bien nos vienen esas tradicionales palabras de nuestros mayores cuando nos decían: “a todos ellos que impulsaron y votaron éstas resoluciones tendrían que vivir con ese salario por un año, ¡merecen ese castigo!”

A diferencia de otros momentos de nuestra reciente historia, la bronca, el dolor, la impotencia se va traduciendo en un estado de ánimo que exige un puesto de lucha, un lugar en las filas de la rebelión, una búsqueda de una salida que comience a dignificar la vida de las grandes mayorías. Lejos han quedado las expectativas en el sistema, en que el mismo pudiera resolver las cuestiones más básicas de la vida humana.

Brotes de esperanza se suceden en todo el territorio nacional, la lucha, el enfrentamiento a todas las medidas del Estado de los monopolios, de su gobierno, dan como resultado que millones de compatriotas, erguidos y frontales no den respiro a las estúpidas iniciativas que les brinda la ajetreada dominación.

Millones caminamos por la misma vereda, por los mismos reclamos y por las mismas conquistas, nos une la lucha por la dignidad del hombre aunque el poder intente meternos una cuña de división para “fortalecer” su poder.

Entendemos que existe una unidad muy amplia de aspiraciones que nos abarca a todos los explotados y oprimidos, y comienzan a extenderse los lazos de unidad necesarios para fortalecer una nueva etapa de la lucha, que seguirá siendo ascendente y letal, que no les permitirá gobernar como ellos necesitan para expoliarnos con la tranquilidad necesaria que requieren los saqueos.

En sus múltiples luchas, que no aparecen en los medios oficialistas y en los opositores, la clase obrera y los asalariados van imponiendo ritmos al poder y le van creando fisuras.

Entrar a un establecimiento, cualquiera fuese y sentir el palpitar de lo que se está hablando, deliberando, actuando y preparando para salir al cruce de éstas políticas promonopólicas a cualquiera llevaría al recaudo y al temor y sobre todo cuando el mundo de los negocios no da tregua.

Los empresarios, los sindicalistas y el gobierno sienten ese aliento en la nuca y saben que cualquier tropiezo político incentivará aún más el odio ya instituido.

En cada gerencia, en cada ministerio, en cada seccional de los sindicatos saben muy bien lo que está pasando por abajo. Saben que no puede hacer todo lo que quisieran hacer y ello mismo les provoca discordia, cruzamientos entre ellos, se dividen, se hacen trampas y zancadillas no pueden atinar siquiera a una iniciativa capaz de frenar el gran torrente que se viene perfilando desde las mayorías que ya no estamos dispuestas a vivir bajo el signo de la prepotencia imperial.

Se vive y solo por ahora, el “golpe por golpe”.

Nuestro pueblo en ese ir y venir prepara (y ya no tan silenciosamente) las fuerzas materiales para asestar golpes que priven al poder de los monopolios de responder a cada ofensiva lanzada por la lucha, la movilización y el enfrentamiento.

El salario mínimo será de $7000 y nuestra clase obrera y todos los asalariados iremos por más.  

 

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