El acuerdo firmado por los gobiernos argentino e iraní para investigar los atentados a las sedes de la embajada israelí y de la AMIA en Buenos Aires, ha levantado una polvareda que, como muchas veces ocurre, deja a un lado aspectos esenciales acerca de las motivaciones sobre tal acuerdo.
Como es sabido, las investigaciones sobre los atentados referidos han sido escandalosas al punto de que se han visto salpicados el ex presidente Menem; ministros de la época; el ex titular de la DAIA, Rubén Beraja, el ex juez de la causa, Galeano; fiscales, servicios de inteligencia, testigos truchos y toda una serie de maniobras que apuntaron, desde un inicio, a seguir la línea marcada por los gobiernos norteaemericano e israelí de imputar al gobierno de Irán. Mucho se ha dicho sobre el asunto, mucha “carne podrida” ha circulado y circula. Lo concreto es que la verdad siempre ha estado lejos de conocerse y mucho más lejos ha estado la justicia para las víctimas y familiares de los atentados.
¿Será ahora el tiempo de conocerse la verdadera historia? Como principio, decimos que cuando están en juego intereses políticos y comerciales que afectan a gobiernos y empresas multinacionales, la “verdad” será la que convenga a cada uno de esos actores, lejos, muy lejos, de estar preocupados por la verdadera búsqueda de justicia. Esto corre tanto para los gobiernos argentinos anteriores, el actual, lo mismo que el gobierno iraní, el israelí y el norteamericano. Aquí, cada uno atiende su juego de mentiras e intrigas para sacar tajada para sus conveniencias y no para reparar el daño producido.
Precisamente, el nuevo acuerdo entre el gobierno argentino e iraní se da en un marco en el que Argentina, luego de Brasil, es el principal socio comercial latinoamericano de Irán. Entre los dos países suman cerca del 96% de todo el comercio de América Latina con ese país. A partir de 2006, año en el que el comercio bilateral era nulo, las exportaciones de productos argentinos al país asiático aumentaron más de 1000 %. En 2012, el monto exportado ascendió a 1.050 millones de dólares; el principal producto exportado es la soja tanto en aceite como en porotos, harina y “pellets”; le siguen la cebada, el arroz y el aceite de girasol.
Las exportaciones del complejo agroindutrial argentino están en manos de multinacionales como Cargill, Dreyfus, etc. Veamos entonces que las políticas comerciales y las decisiones de Estado están supeditadas a estos intereses, muy lejos de intereses soberanos de los países. La burguesía monopolista, la oligarquía financiera mundial, está detrás también de estos acuerdos comerciales y políticos.