La primera cuestión a revelar es ¿a qué se llama política de inclusión?, una frase que recorre el mundo y tan emparentada con el engaño y la mentira para sostener la dominación de clase.
Groseramente y desde lo más amplio y sin descartar ninguna otra idea y aporte se nos dice que el sistema capitalista incluyó en los últimos treinta años a millones de seres humanos al consumo. Es decir, se asocia directamente consumismo a la inclusión y detrás de ello viene el “desarrollo del hombre” o sea el desarrollo de la principal fuerza productiva. Entonces se infiere que si hay un desarrollo de las fuerzas productivas que nos ofrece el capitalismo, una revolución social por más “justa” que ella sea es una utopía porque no condice con el momento en que las relaciones sociales existentes las traban y no las dejan desarrollarse, o sea mientras exista la posibilidad del “desarrollo de las fuerzas productivas” la explotación del hombre sobre el hombre será siendo el mejor camino para la humanidad, aunque lógicamente hay que hacerlo más “humanista”.
Esta es la posición ideológica que sustenta la base de la postura contrarrevolucionaria. Es decir se permite hablar de todo, de humanismo, de debilidad por los pobres, de nuevas redistribuciones de la riqueza, incluso hablar de socialismo pero, eso sí…….¡de revolución social, NO!
Sin embargo parecería ser que cientos de millones en el mundo y teniendo un grado de acceso al “consumo capitalista” no se sienten incluidos, parecería ser que las revueltas que se suceden, incluso en pases altamente desarrollados, van por algo más que el “consumo” o de una inclusión que relega a la sociedad humana al ostracismo, a su no protagonismo en las decisiones.
Hablamos del pueblo Chino y del pueblo Indio como muestra palpable de lo que significó su “inclusión”. Esclavos modernos, asalariados proletarios y no proletarios sumidos en una degradación humana que impuso un salario global de hambre y miseria a todo el resto de la humanidad.
Las fuerzas productivas y su principal actor, el Hombre, no pueden desarrollarse en el sistema capitalista, es más, el consumismo ha llevado a destruir la naturaleza circundante y ha separado a la sociedad humana de ese preciado tesoro. El capitalismo en su sed de ganancia y de una competencia anárquica necesita destruir fuerzas productivas, necesita poner frenos y más frenos al desarrollo del hombre. Es devastador.
Desde esta mirada el capitalismo es un tapón a la fuerza productiva humana, sólo alienta la ganancia PARA UNO POCOS monopolios y para una sarta de funcionarios de los Estados Capitalistas que nos “dicen luchar por una sociedad más justa” y hasta nos hablan con frases propias de un “guevarismo” a ultranza. Pero de cambiar el sistema, de una revolución, nada. En el mejor de los casos, se nos dice, que eso es una utopía.
Sigamos… Las explosiones sociales que recorren el planeta están planteando algo más que la remanida “inclusión”. Esas protestas por la dignidad humana están anunciando en grandes carteles que el sistema capitalista queda muy chico para las sociedades mundiales, para sociedades que aspiran a algo más que el consumo capitalista de la “nada” es decir de mercancías necesarias insuficientes y otras inservibles al por mayor que se vuelven contra la propia sociedad humana.
Esta sociedad de miles de millones de seres, protagonistas de la historia que están desbordando los límites impuestos por el capitalismo, tanto del llamado “bueno” como del “malo”, porque ambos son capitalismo, y mientras la burguesía monopolista intenta maquillar el sistema con presidentes Negros, o con papa latinoamericano, con discursos humanistas, etc., sigue retrocediendo, con el invento de nuevos viejos conocidos engaños y mentiras para sostener el sistema capitalista, para intentar contener el embate de los pueblos.
Al mismo tiempo, comienza a aparecer la idea revolucionaria capaz de orientar el camino hacia la sociedad que permita liberar las fuerzas del Hombre, la sabiduría de miles de millones para encausar las sociedades humanas y adecuar así lo que está sucediendo por abajo, en lo más profundo del pueblo, a los nuevos desafíos que implica liberar las fuerzas productivas frenadas hoy por este sistema caduco. Los revolucionarios no hablamos de inclusión sino de proyecto común de las mayorías populares, lo que implica que las relaciones sociales, es decir, la relación entre los hombres no sea de explotación de unos pocos sobre otros que constituyen las mayorías, sino el de la solidaridad más amplia entre los Hombres con un mismo rumbo, muy lejos de la competencia por la ganancia y muy cerca del verdadero desarrollo humano que contemple una amigable relación entre el Hombre y la naturaleza circundante.
Este camino no se encuentra maquillando el sistema capitalista porque los pueblos no toleran más lo que se vive. Este camino es de revolución, es un camino que requiere de un primer paso liberador del hombre para poder organizar su propia historia, y ello será logrado atacando todos los resortes fundamentales de dominación actual de unos pocos sobre la gran mayoría del pueblo.