Este es un momento histórico clave en nuestro país.
La crisis de la burguesía está reflejando la crisis terminal del sistema capitalista y no al revés.
Se trata de una crisis terminal (no tiene solución), una crisis de descomposición que aflora en todos los ámbitos en los que aparecen con claridad por un lado, las fuerzas sociales que pugnan por resolver los problemas que martirizan al pueblo y que requieren soluciones inmediatas y a largo plazo y, por el otro, las fuerzas de las instituciones del sistema gobernado por la burguesía, que intentan taparlos, frenan las soluciones, tiran la pelota afuera, meten piedras en el camino, etc., y todo con un solo objetivo: seguir sosteniendo su tasa de ganancia y el sistema que la genera. En pocas palabras: beneficio para la clase privilegiada y sufrimientos para las mayorías.
Así se expresan cada uno de los conflictos que a diario vivimos: gente del pueblo queriendo resolver problemas de salarios, salud, educación, seguridad, vida digna para niños, adultos y mayores, paz y tranquilidad de que nos espera un futuro mejor construido entre todos, etc.
En medio de esa lucha de fuerzas (lucha de clases) aparecen dos caminos opuestos, contradictorios y enfrentados entre sí: Uno es el que proponen la burguesía y el oportunismo con su diversidad de nombres y formas (de derecha e izquierda), que nos llaman a “tratar de resolver y solucionar por medio de las elecciones y el funcionamiento de las instituciones” los problemas que el propio sistema genera. Es un llamado tramposo, engañoso, que quiere hacer creer que es posible mejorar el sistema, suavizar esas contradicciones y prolongar esta forma de organización social basada en la obtención de ganancia para unos pocos y sufrimientos para muchos.
Su metodología, según sus propias recomendaciones, son: reclamar pero no arrinconar y, menos, obligar. Dejar que las instituciones resuelvan, respectar las leyes del sistema…Lo que no dicen es que ello sólo es posible a costa del sufrimiento del pueblo y que ese camino sólo lleva a la profundización de los problemas populares que dicen que van a resolver.
El otro camino es el que están transitando las masas con su movilización, sus luchas y su organización autoconvocada: profundizar la crisis del sistema, llevarla hasta sus últimas consecuencias, enfrentar y superar los obstáculos que no nos permiten resolver los problemas, arrancar conquistas y así obtener mejores condiciones para seguir enfrentándolos hasta acabar con esta realidad impuesta por una clase privilegiada.
Éste y no otro es el camino de la revolución, de la lucha por el socialismo. Es el camino que con la clase obrera y el pueblo estamos transitando los revolucionarios.
Por eso la revolución es una necesidad y no sólo una aspiración de buenas intenciones. En eso radica la seriedad del planteo político de nuestro partido proletario que plantea la conquista del poder para la clase obrera y las mayorías populares.
Desarrollar, desde las luchas locales y regionales, esa fuerza social unificada y nacional, es una tarea de todos los que aspiramos a resolver los problemas que enfrentamos y que hacen hoy insostenible esta situación.
La organización autoconvocada que unifique las luchas locales y sectoriales en una sola lucha nacional es el cuerpo material, la fuerza, que podrá hacer realidad esa aspiración.
El proletariado, mayoría absoluta del pueblo, es la clase que maneja diariamente los medios de producción, crea y organiza con su trabajo la distribución de todos los bienes materiales necesarios para la vida, y en consecuencia, con la dirección política de su partido, conducirá toda esa energía y fuerza popular a la realización de se objetivo históricamente cercano.